lunes, 29 de diciembre de 2014

Capítulo 21

Hora del almuerzo. Habían desayunado como reyes, pero habían quemado toda la energía en el agua, y estaban hambrientos.  Esta vez no eran simples bocadillos, no eran simples ensaladas o chorizos: el suelo se empezó a llenar de fiambreras y envoltorios, los cubiertos volaban para ser repartidos, y las toallas se extendían a modo de mantel. La comida comunitaria estaba servida. De allí saldrían todos con un par de kilitos más.
Tras negarse a comer un solo bocado más, Jorge se encargó de inaugurar la competición oficial de aquel sábado: carrera a los hombros. Las parejas de habitación tenían que formar una torre humana, subiéndose un miembro de esta sobre los hombros del otro. El primero que atravesase el lago se coronaba pareja real del fin de semana. Salomé e Ismael se organizaron rápidamente: él soportaría su peso perfectamente. Ya la había sostenido en momentos de verdaderas caídas, por lo que esto no supondría ningún problema. Una vez que Laura simuló el pistoletazo de salida, las parejas comenzaron a correr. Algunos apenas duraron los primeros instantes, no estaban bien distribuidas y cayeron al agua. La verdadera competición acabo desarrollándose entre las mixtas, las más equilibradas. Cuando parecía todo decidido, los últimos segundos dieron la vuelta a las apuestas: Ismael, quien iba perdiendo con bastante desventaja, sacó fuerzas de flaqueza, se impulsó con la mayor potencia que pudo y cruzó la línea de meta en primer lugar.
El novato y su compañera habían ganado. Todos saltaban y vitoreaban ruidosos. Incluso los vencidos rieron y animaron a los ganadores. Fue entonces cuando, entre el bullicio y los aplausos, Ismael se llevó el verdadero premio: Salomé, sin pensárselo dos veces y con movimientos rápidos, lo agarró del cuello y, con un gran impulso, saltó a su cadera. Mientras que Ismael reaccionaba sujetándola con ambas manos, no le dio tiempo a actuar ante lo que le ocurrió: mientras le acariciaba el pelo, Salomé cerró los ojos y lo besó. Un beso rápido, algo brusco al principio, inesperado, pero más que deseado. Ya no podía pedir más. Era suya al fin. Cuando pudo darse cuenta de lo que estaba viviendo, todo se intensificó. Él la estaba presionando contra sí con fuerza, mientras que ella cada vez sentía sus latidos más próximos a su pecho. Ambos disfrutaban de lo que tanto ansiaban: se necesitaban, y ya era hora de terminar con aquella estúpida distancia entre ellos y sus sentimientos.
No llevó mucho tiempo, pero si el suficiente como para que, cuando se abrazaron y Salomé volvió a tocar tierra, el resto de la pandilla estuviera atónita, sin palabras y totalmente paralizados.
-          -¡Si es que lo sabía! ¡Sabía que esto tenía que pasar! ¡Estabais destinados, chavales!- Laura, siempre tan discreta, hizo que todos clamasen a sus palabras y empezaran a aplaudir. Sin saber exactamente cómo, Ismael sentía en que habían adivinado lo que de verdad él había luchado por esto, y que su verdadero premio lo estaba sosteniendo entre sus brazos.
El resto del día no pudo ir mejor. Más carreras de revancha, paseos por los alrededores y bromas los mantuvieron ocupados, a todo el grupo menos a los protagonistas del día. Ellos vivían en un mundo completamente a parte. Pasaron toda la tarde entre caricias, besos, abrazos, y algunas conversaciones.
-          -Si es que fui tonta, y ni siquiera supe interpretar lo que realmente quería.
-          -Tranquila, es normal. Todo lo que has pasado deja paralizado a cualquiera. Además, no tenías por qué sentir nada por mí, así que no hay nada de lo que lamentarse.
-          -Tú tampoco tenías por qué ver nada en mí… después de demostrarte lo débil que puedo ser, las cagadas que puedo llegar a cometer… ¿por qué yo, Ismael?
-          - ¿De verdad me estás haciendo esta pregunta? Eres sin duda la mejor chica con la que me he podido encontrar nunca. Dejando aparte el físico, cosa de la que no tengo nada que despreciar, tienes una personalidad que… no sé, me encanta. Ves todo de otra manera, conviertes los problemas de los demás en algo simple, apoyando en todo lo que puedes. Luchas por lo que quieres y, aunque a veces te cueste, continúas sin descanso. Nada más que la forma en la que me recibiste y te abriste a mí me llegó. Me haces sentir especial, y eso que la especial aquí eres tú. En fin, todo lo que tiene que ver contigo… me enam… - antes de poder terminar la frase, Salomé lo cortó con un beso, en el que se podía palpar la auténtica e intensa sonrisa que brotaba de sus labios.
-          -Tú sí que eres especial, Ismael. Nunca había hecho nada por ti, y ya estabas ofreciéndome tu ayuda para todo. A mí y a los demás. Aunque en algunos momentos quise dejarte aparte de todo, siempre he contado contigo y con tu ayuda, porque sabía que ibas a estar ahí. Eres el chico con los perfectos y desperfectos que siempre me había imaginado. Pero te veía demasiado para mí, y tenía miedo de que esto no acabase bien.
-         - Pues nunca más digas eso, porque soy incluso demasiado poco para lo que te mereces, y voy a ser tuyo para siempre.- Ismael la envolvió con sus brazos, haciéndole sentir protegida de cualquier peligro y, una vez que pudieron sentir la más profunda respiración del otro, la besó una vez más. El beso más sincero, más destapado, pero a la vez firme, que podría haberle dado jamás.

Ya era tarde. Estaba a punto de anochecer y el cansancio empezaba a notarse, era hora de volver a la casa. 

Capítulo 20

Unas siete horas después sonó el despertador. En media hora tenían que estar vestidos en la pequeña cocina de la casa. Solo Salomé lo oyó, por lo que aprovechó para levantar a Ismael de una manera algo especial. Llenó la botella de agua fría, levantó el cuello de la camiseta y empezó a volcarla. Para cuando Ismael reaccionó, ya estaba completamente empapado.
-          -¡Pero qué haces, sinvergüenza! ¡Te vas a enterar!- tras perseguirla por toda la habitación entre risas, la atrapó y se la cargó al hombro; tirándola a la cama dijo- ¡marchando una de cosquillas para la señorita!
Ismael se tiró a su lado y empezó a hacerle cosquillas por todo el cuerpo. Salomé se retorcía de mil maneras, y ya estaba llorando de tanto reír. Solo tenía fuerzas entre carcajada y carcajada para soltar un “¡Para Ismael, para!”. Ya, cuando ambos se cansaron y miraron lo tarde que se les había hecho, dieron por terminado el combate y se cambiaron de ropa. No podían haber tenido una mejor manera de comenzar lo que iba a ser un fantástico día.
Aunque se dieron la mayor prisa posible, llegaron los últimos a la cocina. Como era de esperar, eso causó revuelo y comentarios sobre un posible romance, pero su reacción de seriedad hizo que los susurros se apagaran antes de lo normal.
Los que tenían más habilidad con los fuegos se encargaban de los huevos fritos y el beicon, ya que a más de uno le apetecía un desayuno típicamente inglés. Otros, mientras, metían rodajas de pan en la tostadora y untaban la mantequilla y mermelada. Al mismo tiempo, había quien se ocupaba del café y la leche caliente. Los que quedaban ponían la mesa. Una vez todo servido empezó el festín, del que nadie salió con hambre. Con el estómago más que lleno, cargaron las mochilas con bañadores y toallas y salieron en la excursión que se había planeado: iban a pasar el día en un lago que había por los alrededores.
-          -Chicos, esto está más lejos de lo que pensaba.
-          -Qué quejica eres, de verdad, ¡si está aquí al lado!
-          -Venga, sin peleas, por favor… ¡Mirad! ¡Ya hemos llegado!
Tras atravesar un par de arbustos que tapaban las vistas, se abrió ante ellos aquel maravilloso lugar: un enorme lago natural bañaba un suave terreno arenoso, mientras que grandes árboles daban sombra a la pared de piedra de la que caía una cascada débil pero continua, que alimentaba todo aquel paisaje. Nadie podía decir lo contrario, quedaron totalmente conquistados ante lo que acababan de descubrir. Tras el grito de: “¡El último friega esta noche!”, todas las mochilas se dejaron caer al suelo, junto con toda la ropa, que quedó amontonada en uno de los rincones. Corrieron hacia el agua como si les fuera la vida en ello, sin ningún tipo de complejo o vergüenza por descubrirse ante los demás. Estaban en familia, y lo físico no importaba lo más mínimo.

Salpicones, ahogadillas, carreras y acrobacias acuáticas reinaban aquella mañana. En ese momento fue cuando todos cayeron en la cuenta. Miraban a Salomé, y a más de uno se le encogió el corazón de la emoción. El peor año había sido el suyo con diferencia. Pero, aun habiendo atravesado muerte de familiares, falsas relaciones amorosas y adicciones, allí estaba ella, dando lo mejor que tenía, haciendo relucir su sonrisa minuto a minuto, pisoteando el oscuro pasado, que ya parecía haber dejado atrás.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Capítulo 19 (2)

 Las primeras historias tuvieron éxito, y el miedo se veía en la cara de todos. Fantasmas, exorcismos, sangre, asesinatos, llamadas desconocidas y voces extrañas fueron los temas principales. Pero, tras un tiempo con el corazón encogido, estas historias comenzaron a dejar de surtir efecto.
-          -Buah, chicos, a mí ya esto no me asusta, me he inmunizado para el resto de la noche.
-          -Me pasa igual. Venga va, vamos a hacer otra cosa.
-          -Chicos, ya es tarde, deberíamos ir recogiendo…- interrumpió Ismael, porque se olía lo que venía a continuación.
-          -No no no, de ninguna manera, de aquí no nos vamos hasta que el novato nos dé el discurso de agradecimiento por la acogida – por mucho que lo evitase, no se iba a librar de esto.
-          -¡Eso, eso! Cuando termines nos vamos, pero hasta entonces nadie mueve el culo de aquí.- todos se apiñaron y fijaron la mirada en Ismael.
-          -Bueno, parece ser que no me libro… en fin, empezaré sin más dilación. – Ismael empezó a relatar- Qué otra cosa os puedo decir que no sea gracias. Os habéis portado conmigo como yo jamás me había portado con nadie. Me acogisteis desde el primer momento, sin importaros de dónde venía o quién era yo realmente. Eso es algo que nunca podré olvidar. Ya estáis todos, absolutamente todos, en mi corazón. No os cambiaría por nada. Mirad que solo llevamos un año juntos, pero, ¿y la cantidad de momentos geniales que hemos pasado? Supongo que vosotros estaréis más que acostumbrados, pero, para alguien que se pasa la vida moviéndose de un lado para otro, esto es algo que solo ocurre en lugares especiales, con gente especial. Me hacéis sentir como si hubiese nacido entre vosotros, como si no hubiera malgastado el tiempo en otros lugares, como si fuera uno más de lo que yo considero una familia. No sé que más rollo soltar, lo que de verdad siento es como que… no sé, no encuentro palabras. Gracias por todo, de verdad.
Tras terminar de hablar, Ismael pudo darse cuenta de la reacción de los demás. Todos estaban en silencio absoluto, sin poder dejar de mirarle, con lágrimas en los ojos, algunas incluso secándose las que se habían escapado y caían por sus caras. Tras unos incómodos segundos, se miraron unos a otros y corrieron a abrazarle. Entonces, Salomé gritó: “¡a mantear al novato!” y se desató el caos. Pese a que oponía una fuerte resistencia, no pudo evitarlo. Ismael voló por los aires, al son el grito de “¡Viva el novato, bienvenido a la familia!”
Cuando ya por fin pararon las risas, los saltos y los abrazos, todos empezaron a recoger. Ismael, con el corazón encogido, cruzó la mirada con Salomé, y se acercó a ella.
-          -Gracias, de verdad.- con una amplia sonrisa y un brillo especial en los ojos, el mismo que aquella tarde en su casa después de él ofrecerse como su salvación, Salomé le cogió las manos y respiró fuerte y tranquila.
-          -Gracias a ti, por esto, por todos, y por todo.
Se miraron fijamente durante varios segundos. El mundo se había parado. Solo existían él y ella. Nadie a su alrededor, nada en lo que pensar, solo dos miradas entrelazándose y apoyándose una en la otra. Se estaban diciendo tantas cosas que es imposible describirlas con palabras. Estaban ahí el uno para el otro, entonces y para siempre. Aunque moriría por un beso en aquel instante, Ismael, fue el primero que retiró suavemente sus manos y se despidió de aquel inolvidable momento con una sonrisa.
Terminaron de limpiar el sitio, dejándolo hasta reluciente. Efectivamente, ya era bastante tarde, por lo que el paso de la vuelta fue más rápido. Enseguida estuvieron en la casa de regreso. Tras despedirse todos y desearse una buena noche, cada uno se fue para su cuarto.
-          -Joder, qué bien ha empezado el finde, ¿no? – le dijo Salomé a Ismael.
-          -Ni que lo digas, excepto el momento de vergüenza, todo ha sido genial.
-          -Qué dices, bobo. Si ha sido precioso todo lo que has dicho, de verdad. A mí por lo menos me ha encantado.
-          -Jajajaja, gracias gracias, es que así en frío no se me ocurría nada mejor.
-          -Anda, a callar ya y a la cama, que mañana nos espera un día largo.
-          -Buenas noches, Salomé.
-          -Buenas noches, Ismael.
Desde su respectivo lado de la cama, apagaron la luz y cayeron rendidos al instante. Esa noche no soñarían nada: todo lo vivido ya era un sueño para ellos.

Capítulo 19 (1)

Después de comprar lo que les faltaba, se montaron en el bus que habían alquilado y salieron en busca de sus aventuras. En el pasillo y los asientos no se oían nada más que carcajadas y risas. Chistes, bromas y mochilazos llenaban el ambiente. La hora que duró el viaje les parecieron apenas minutos. Una vez se despidieron del conductor hasta la vuelta, corrieron cada uno a sus habitaciones. Cuando se vieron en frente de las puertas, cayeron en la cuenta de un pequeño detalles: no habían repartido las habitaciones. Genial, ahora estarían peleándose un buen rato hasta aclararse. Entonces dijo Ismael:
-          -A ver chicos, no tenemos repartidas las habitaciones… ¿cómo hacemos para que de aquí a cinco minutos hayamos terminado de distribuirnos?
-         - A ver… las habitaciones son de dos… bueno, parece que esa del final tiene una litera y caben tres.
-          -¡Nosotros esa! Lo siento chicos, ya está pedida. - Laura, Sara y otra chica más corrieron hacia la puerta, despareciendo de la escena sin que les diese tiempo al resto de reaccionar.
-          -Bueno, tres menos. ¿Qué hacemos los demás?
-          -Nosotros nos quedamos en la de al lado, ¿vale?- la pareja del grupo se fue hacia el que ahora era su cuarto.
-          -Qué monos, no se separan ni para esto. Qué bonito es el amor…
-          -Deja ya las cursiladas, tío. Ya solo quedamos nosotros cuatro- dijo Ismael señalando a Salomé y los dos chicos que la rodeaban. En ese momento, estos dos se miraron, sonrieron, y salieron corriendo hacia una de las habitaciones. Cuando ya habían metido las maletas, se oyó a lo lejos: “¡ahí os quedáis tortolitos!”
Salomé e Ismael se miraron extrañados. Menudo momento para las bromitas. Suerte que había suficiente confianza ya como para simplemente sonreír y hacer como si nada. Se metieron en la habitación, abrieron las maletas y se repartieron los espacios. En diez minutos habían quedado en el salón principal para la excursión nocturna.
Una vez que estuvieron todos reunidos, no se demoraron y empezaron la marcha. El sitio era realmente precioso, y la temperatura, a pesar de la avanzada primavera, era ideal. Cuando el sol estaba a punto de caer, decidieron que era el momento de cenar. Sacaron todas las previsiones para aquella noche. Se iban a poner las botas.
Encendieron una pequeña hoguera para las nubes, prepararon sus bocatas y empezaron el banquete.
-         - Chicos, amo a mi madre, este bocadillo es el mejor de todos.
-          -No estoy yo tan segura. El mío nada más que con el olor…
-          -Eso es que no habéis probado el mío. Mi chorizo le da mil vueltas a todas vuestras lechuguitas y demás tonterías.
-          -¡Dí que sí! Aquí las dietas no existen. ¡Los buenos bocatas que no te dejan ni hacer la digestión son los que valen!- todos empezaron a reír.
-          -A ver, en lo que sí estaréis de acuerdo conmigo es en que esto no podía faltar, ¿verdad?- Laura puso a lado de la hoguera el enorme paquete de nubes, y todos empezaron a animar.
-         - Jajajaja, sin esto no se puede hacer un picnic nocturno, pero hay algo que se te olvida.- Sara saca una linterna de la mochila y se alumbra la barbilla.- ¡Historias de miedo!

Entusiasmados, terminaron de cenar rápidamente, formaron un corro alrededor del fuego, y empezaron la terrorífica ronda.

domingo, 26 de octubre de 2014

Capítulo 18

La mañana siguiente, ya la del mismo viernes que partía la excursión, todo fue distinto entre ellos. Apenas hubo miradas que se cruzasen, apenas se dirigieron palabras el uno al otro. Ambos pensaban que estaba en sus manos romper aquella incomodidad, pero no se atrevían a dar el primer paso para hacerlo. Estaban avergonzados, por intentar lo aparentemente imposible o por rechazar lo que probablemente no debería haber rechazado. Al final de las clases, Ismael se atrevió a lanzarle una sonrisa. Cuando vio que Salomé se la devolvía, comprobó que las cosas no estaban tan mal como pensaba.
-          -Bueno, chicos, hoy es el día. Lo tendréis todo preparado, ¿no?- exclamó Sara, a la salida del instituto, con el nerviosismo que le caracterizaba.
-          -¡Por supuesto! Este finde va a ser el mejor del año sin duda, ¿qué mejor manera de despedir el curso que esta?
-          -Eh, tranquilo, que todavía hay que pasar los exámenes finales.
-          -¡No seas aguafiestas Jorge! Sabes de sobra que eso no va a ser problema para ti precisamente. Bueno, lo dicho chicos, ¿todo en orden?
-          -Que sí, pesada, no te preocupes. En un par de horas en la esquina del súper para comprar la bebida y en marcha.
-          -Pues no nos distraigamos más y… ¡a cerrar maletas!
Ya se disponía Ismael a ir hacia la parada de autobús cuando Salomé terminó con su intención.
-          -¿A dónde vas? Ven, anda, que te llevo yo. Con la cháchara seguro que ya lo has perdido.
Con esas palabras bastó para que entendiese la señal: ella estaba dispuesta a hacer como si nada hubiera ocurrido, y le invitaba a hacer lo mismo. Cómo no, él aceptaba sin problema. Una enorme sonrisa se le escapó mientras cogía el casco que ella le ofrecía y se montaba en el asiento trasero.
Deseaba que ese corto y corriente viaje durase horas. Pocas veces la había tenido así de cerca. El aire hacía que le llegara todo su perfume, esa fragancia que le volvía loco, más aún si cabe.
“Vaya chica. Otras hubieran creado un muro, y hubieran retirado la palabra. Pero ella no, ella es distinta. Supera y sigue, ahora y siempre. Tiene una fortaleza envidiable. Supongo que esto será otra de las miles de cosas que me enamoran de ella”
Tras llegar a casa, a Salomé le esperaba su padre con una gran sonrisa, viendo como su hija era capaz de continuar incluso con felicidad. Llevaba a su madre dentro, ella lo sabía, la sentía. No era momento ahora para contarle la historia completa, todo lo que ocurrió. Mejor esperar a otro momento, la alegría que desprende no merece ser arruinada ahora mismo.
Recogieron los últimos bultos, bañadores, móviles, comida, crema solar… todo listo. Ya estaban todos allí, solo faltaban Roberto y Laura, los más tardones últimamente.
-          -¿Estáis seguros de que no se os olvida nada? Mira que no podemos volver ¿eh?
-          -Que sí, Sara, tranquilízate mujer, que todos llevamos todo, ¿a que sí?
-          -Por supuesto. Míralos, por ahí vienen, cucha que sonrisillas, ¡hacen una pareja muy linda!
-          -¡Tss! ¡A ver si te van a oír!

Ya estaban todos. La ilusión que se desprendía superaba todos los niveles. Les esperaba nada más que la diversión y la despreocupación. Ahora Salomé, al igual que los demás,  podría desconectar y disfrutar de verdad.

sábado, 11 de octubre de 2014

Capítulo 17

Para celebrar que las aguas estaban a punto de volver completamente a su cauce, decidieron que ya era hora de celebrar la victoria. Entre todos alquilaron una casa rural durante un fin de semana, y organizaron todo para una escapada inolvidable. Lo que se escapaba de sus planes era lo verdaderamente especial que llegó a ser para algunos.
El entusiasmo y las ansias de aquel viaje fueron el motor de la mayoría de las conversaciones que se establecieron en la semana de antes. Qué llevarse, qué hacer allí, el tiempo que iba a hacer fueron los temas líderes. Lo mejor era ver a Salomé tan emocionada o más que ellos con la idea, de tal manera que ni se le notaba ningún síntoma de tendencia a la recaída, ningún ápice de recuerdo que la dañase o le hiciese perder la ilusión. Ya se estaba viendo el resultado de meses de duro trabajo, por lo que ya tocaba dar las gracias. Aquel fin de semana era el momento ideal para comunicarles a todos lo agradecida que les estaba, pero era necesario hablar primero con la persona que había estado ahí desde el principio, la que más había hecho por ella sin duda. Un día como otro cualquiera, dando un paseo tras las clases, decidió hacerlo:
-          -Oye, Ismael, una cosita…
-          -Dime, dime.
-          -No, nada, que muchísimas gracias por todo lo que has hecho por mí todo este tiempo. Sé que todos han puesto de su parte, pero tú has superado a cualquiera. Estabas a mi lado siempre que lo necesitaba, y lo sigues estando.
-          -No hay nada que agradecer, tonta. Para eso estamos los amigos. Si no nos ayudamos, ¿para qué nos queremos?
-          -Ya, pero no todos aguantan meses sosteniendo a un amigo ante posibles recaídas. Sé lo difícil que ha sido también para ti, sobre todo teniendo en cuenta que hace un año ni me conocías. Es que hasta yo misma dudo si yo hubiera podido aguantar.
-          -Calla ya anda, qué tonterías dices. Lo importante es que tú no vas a tener que aguantar nada, y nadie vamos a tener que soportar nada más, porque ya está todo bien, ¿no?
-          -Por supuesto. ¡Como para no estarlo! Con vuestra ayuda me ha sido imposible fallar, y eso es algo que nunca voy a olvidar. Dios, no me imagino cómo estaría yo ahora si tú no hubieras estado ahí en aquel baño aquel día. Te debo todo, Ismael, nunca voy a poder compensártelo del todo.
Ismael no se lo pensó dos veces. Era aquí y ahora, tenía que intentarlo. Apretó fuerte el puño, y dijo:
-         -En realidad sí que puedes…- tranquila y lentamente, empezó a acortar la distancia entre sus miradas, al mismo tiempo que su mano buscaba su cintura. Salomé se dejó llevar, e imitó su movimiento. Sus bocas se aproximaban, e iban a entrar en contacto sin que se fueran realmente conscientes. Llegó a respirar el aire que ella exhalaba. Ya la sentía suya por fin. En unos instantes se iba a cumplir su sueño. Cuando sus ojos ya se cerraban para impedir distracciones y él se preparaba para acoger aquellos perfectos labios entre los suyos, un giro de cabeza  rompió la situación. Salomé se negó a seguir.
-          -Ismael… yo… creo que no es momento ahora, ni estoy en condiciones ni quiero hacerte daño…
-          -Perdóname, no sé en que estaba pensando.
-          -Tranquilo, no pasa nada. –se hizo un silencio incómodo entre los dos, y tras breves instantes que les parecieron eternos, dijo- bueno, ya va siendo hora de que vaya para casa.
-          -Sí, que ya se nos hace tarde. Que descanses.
-          -Hasta mañana.
No podía creer lo que le acababa de suceder. Había sido un idiota. ¿Qué le hacía pensar que de repente ella iba a querer? ¿Por qué había sido tan gilipollas? ¿Podrá seguir siendo ahora todo como antes o ya la he cagado para siempre? Ismael no cabía en sí de la rabia, rabia que, más adelante, se transformaría en una tristeza y decepción que ocuparían su noche.

Salomé tampoco acababa de aceptar la situación. ¿Desde cuándo se le estaba pasando a él la idea por la cabeza? ¿Había sido muy brusca al negarse de esa manera? Pero… ¿de verdad quería negarse? Una tremenda confusión la invadió completamente. No sabía qué pensar ni de él ni de ella misma. Había sido una tarde algo extraña, y lo mejor era actuar como si nada hubiera pasado. Al fin y al cabo, todo el  mundo comete errores, en el caso de que esa intención de beso pueda considerarse uno de ellos.

martes, 7 de octubre de 2014

Capítulo 16

A partir de aquel cambio radical todo se volvió bastante más complicado. Ya no había abstracción del mundo, ya no había una fuga que, por medio de efectos cerebrales, la dejase evadirse de la cruda realidad. Ahora cargaba las veinticuatro horas con su recuerdo, con su despedida, con la necesidad de sentirla cerca. Si no llega a ser por él, no habría llegado a salir nunca. Después de aquella conversación con Diego, todo aquel mundo se declaró ajeno a ella. La mañana siguiente a esa tarde Salomé le plantó cara por fin, siempre protegida con el apoyo de Ismael, e incluso sin miedo al público. Le dejó claro todo lo que tenía que dejar, enunciando cada uno de los momentos en los que diariamente le hacía perder la posesión de su cuerpo y prescindía de su voluntad. Le dejó claro que lo que un día dijo que le ayudaría a salir de esa era en realidad lo que de verdad le hizo entrar, y que no probaría ni media raya más, que estaba dispuesta a cambiar su modo de vida si era necesario. Y por último le dejó claro que no quería volver a saber nada más de él, que era ya parte de su pasado, y que ni se le ocurriera cruzarle la mirada ni mucho menos interponerse en su camino, que le había traicionado, y que no esperase nada por su parte a partir de entonces. Más que miedo, lo que ella de verdad desprendía mientras hablaba era odio, desprecio, e impotencia, por no poder devolverle todo lo que le había hecho pasar a ella. Alguna lágrima de rabia se derramaba por su perfil cada cierto tiempo, cada cierto recuerdo que pasaba por su mente, pero no titubeaba, no dudaba: estaba segura de que todo había sido una etapa oscura de la que tenía que salir. Diego protestaba, le alzaba la voz, e incluso trataba de agarrarla y bloquearla, pero ella miraba a Ismael, se cargaba de fuerza, y respondía o se movía con mayor brusquedad, demostrándole que ya no tenía nada que hacer contra ella. Había empezado a volver a ser lo que era antes, y nada la detendría.
Cuando aquella primera fase estuvo superada, empezó lo más duro: la recuperación y eliminación de ansiedad. Ataques de obsesión, espasmos e incluso descontrol eran parte de su día a día en un principio. Varias veces se planteó volver, volver a probar, volver a caer, pero allí estaba él para sostenerla y hacerle ver que no era lo que de verdad quería, que tenía que seguir adelante, y que no estaba sola. Ella llegó a gritarle inconscientemente, acusándole de ser su verdadero problema, tratando de echarlo de su vida como si no hiciese nada más que estorbar, pero Ismael simplemente respiraba hondo y, aunque le doliese en lo más profundo que, aunque fuese sin de verdad quererlo, tuviera que escuchar esas cosas, hacía oídos sordos y continuaba ahí, junto a ella. Verla en sus peores momentos tampoco fue fácil. Muchas noches estuvo condenado al insomnio cuando se repetían esas imágenes en su cabeza. Aunque en la escena él se mantenía firme y decidido, luego se desmoronaba, se descomponía por dentro, y la ansiedad de verla así lo dejaba hecho polvo. Pero no era él quien tenía que ser socorrido, sino ella, y debía de morderse la lengua y mantenerse como apoyo para todo lo que necesitase.
Los demás tardaron poco en enterarse de la verdadera situación. Tras disculparse ante Ismael, se mostraron también fieles a su amiga, y detrás de ella siempre que los necesitase. Llegaron a turnarse los fines de semana para ir a verla y llevarle el desayuno, la merienda, o para un simple ratito de charla. Incluso en el instituto las cosas fueron distintas. El momento del baño entre las clases pasó a la historia, ya no lo necesitaba, y, aunque sintiera impulsos de ir y probar, miraba a su alrededor, lo miraba a él, cogía su mano, respiraba fuerte, y aguantaba. Nada pudo hacerlo más feliz que ver como ella caminaba por fin en el camino correcto, y que no se rendía.
Con la ayuda de todos, Salomé fue capaz de contárselo a su padre, quien, como es normal, tuvo una primera reacción bastante brusca, y le llevó un tiempo relativamente largo aceptar la noticia. Pero, ahora que todo su alrededor sabía de su problema, cada parte le aportaba una pequeña parte de la solución. Fue duro, muy duro, pero ni mucho menos imposible.

Sin prisa pero sin pausa, la vida de todos empezó a llegar a la normalidad. Recuperaron momentos en reunión durante la rutina que antes no podían tener. Los temas de conversación empezaban a dispersarse, y la preocupación y el estado de alerta iban disminuyendo, puesto que ya no eran necesarios. Incluso volvieron las salidas en pandilla, Salomé volvió a salir en busca de diversión: había aprendido a aceptar aquella pérdida en su vida y a saber escoger los verdaderos caminos de superación.

lunes, 6 de octubre de 2014

Capítulo 15

Con el corazón más que acelerado y con estos pensamientos rondándole por la cabeza llegó a su destino. Aparcó, guardó el casco y llamó al timbre. Un dulce “ya voy” sonó desde el interior. Al abrir la puerta, el rostro de Salomé cambió por completo: ¿qué hacía este aquí?
-          -Ismael… Hola, ¿qué necesitas?
-          -¿Yo? Yo nada. Eres tú la que necesitas, un cambio ya.
-          -¿Un cambio? ¿Un cambio de qué? ¿Te aclaras, por favor?
-          -Ahora mismo te aclaro: hoy, en el baño, Diego y tú no estabais solos. Sí, lo escuché todo, y no se me va tu imagen de la cabeza. ¿En qué estabas pensando cuando empezaste a meterte, joder?
-          -¿En qué estabas tú pensando para meterte así en mi vida? Sí, estoy hecha polvo y sí, yo me lo he buscado, pero déjame en paz,  yo decido por mí, y no necesito que estés detrás diciéndome lo que debo hacer o no. Vete, por favor, ya mismo llega Diego, y no quiero que te vea conmigo.
-          -Diego no va a venir, Salomé. Diego desde ahora va a desaparecer de tu vida. Me da exactamente igual lo que pienses ahora, algún día me lo agradecerás. Necesitas salir de esta, y he llegado dispuesto a que lo logres.
-          -¡Claro que va a venir! Él me quiere, y me deja ser libre. No me controla, ni me dice lo que tengo o no tengo que hacer, el me deja ser yo.
-          -¿Qué te quiere? Venga ya, lo único que quiere es aprovecharse de ti. ¿Que te deja ser libre? ¡Pero si te ha hecho esclava de esa mierda! No le importas tú, le importa lo que puede llegar a hacer contigo.
Salomé no lo aguantó más. Avanzó en la dirección de Ismael, golpeó su hombro y, mientras escondía su cabeza en su pecho gritaba entre sollozos “¡Eso no es verdad! ¡Yo le importo!”. Después de unos instantes, justo en el momento en el que se disponía a abrazarla, ella se desplomó, y resbaló hasta quedarse de rodillas a sus pies, cubriéndose la cara con las palmas de las manos, ocultando sus lágrimas y su vergüenza, la que le suponía admitir que él llevaba la razón. Ismael se agachó, le retiró los brazos, le secó las lágrimas con sus dedos, buscó una mirada fija y, cuando la consiguió, le dijo:
-          -Confía en mí. A partir de ahora, todo esto va a ser solo parte del pasado, y dentro de un tiempo tendremos esto como una mala etapa de la que logramos salir.
-          -No es tan fácil. Lo necesito, Ismael, no me imagino ya mi vida sin él, y sin ella. Aquello que en aquel momento simplemente me ofreció se convirtió en mi vida, y ya sin eso no sé vivir. Lo he intentado varias veces, pero no puedo despegarme de ninguno de los dos.
-          -A él no lo necesitas. Es una simple adicción. ¿De verdad piensas que dependes de una persona te trata como su objeto de diversión? ¿De verdad piensas que eres un simple objeto para los demás?
-          -No merezco otra cosa. Mi vida se partió en el momento en el que se acabó la vida de mi madre, y desde entonces solo soy… -inspiró hondo, tragó saliva, lo miró suplicando ayuda con el brillo de sus ojos, y continuó- solo soy una adicta a la cocaína. Una adicta que no tiene vuelta atrás. Una adicta a la que un chico controla como le da la gana, y que inocentemente pensaba que lo hacía porque la quería. Ya no le importo, ni a él ni a nadie.
-          -No vuelvas a decir eso nunca más. Claro que mereces otra cosa, es más, mereces lo mejor, y nos tienes a todos para alcanzar lo que te propongas. No  hay vuelta atrás, pero puedes cambiar la dirección, siempre que de verdad estés dispuesta. Claro que importas, a mí me importas, y más de lo que te puedes imaginar.
Por la mejilla de Ismael se deslizó una pequeña lágrima, que cayó suavemente sobre las manos cogidas de ambos. Salome rompió un llanto desgarrador, como el que ya liberó meses antes, y lo abrazó desesperadamente. Fuerte, muy fuerte, mientras decía: “no puedo más, no lo soporto, te necesito”.  Lo que ella no sabía era que él también la necesitaba, y ya se había dado cuenta mucho tiempo atrás.

Permanecieron abrazados varios minutos. Ella se tranquilizaba, y él saciaba esa necesidad de tenerla entre sus brazos. Una vez se calmaron, pasaron dentro de casa. Se sentaron en el sofá, e Ismael le invitó a contar cómo había sucedido todo desde el principio. Ella accedió, y una conversación dura pero necesaria que lideraría el resto de la tarde se inició. Les salvó la acertada decisión de Diego de no aparecer por allí, ya que se olía que Ismael se le había adelantado. Fue entonces cuando sus vidas, que habían tocado el fondo, se disponían a iniciar el duro y largo camino hacia la superficie.

martes, 9 de septiembre de 2014

Capítulo 14

Último timbre de la mañana. Ismael parecía aparentemente sereno, para que ella no notase nada. Atravesaron juntos los pasillos, y él la cubrió con su brazo por encima del hombro y la apretó contra sí. Después de devolverle el gesto con una leve sonrisa, más que fingida, se reunieron con los demás, según la costumbre. Mientras charlaban descuidadamente unos con otros, lo tenía vigilado cada segundo: no se le iba a escapar sin aclarar lo que ocurría. Ya se había ido Salomé, después de quedar esa tarde, cuando Diego se empezó a despedir. Ismael hizo lo mismo y, cuando se dirigía hacia la moto, lo detuvo de un agarrón en el brazo:
-          -¿Cómo has podido, tío?
-          -¿Qué?
-          -Te pregunto que cómo has tenido cojones de hacerle eso, coño.
-          -No sé que hablas, chaval.
-          -¿Ah, no? Pues ahora mismo te lo explico. Hoy parece que el plan se te ha ido de las manos, cuando habéis entrado, como de costumbre, al aseo en el recreo, se os ha escapado el detalle de que yo estaba dentro. Pensaba que eras un chico decente, no sabía que serías capaz de semejante… barbaridad.
-          -¿Barbaridad de qué? Cierra la boca, anda, no sabes de lo que estás hablando.
-          -Lo sé perfectamente, y me da igual que lo hagas. Métete toda la mierda que quieras, mátate a ti mismo, me la suda, pero a ella ni se te ocurra tocarla.
-          -A ver, creo que no me has entendido. Te lo voy a decir por las buenas. Déjanos en paz, ¿vale? Nosotros sabemos lo que hacemos, no necesitamos que nos digas lo que está bien o mal.
-          -Es tu objeto de diversión, y estás utilizando su mayor desgracia para engancharla y aprovecharte de ella como nunca. No voy a dejar que la trates así.
-          -Es mía, así de simple. ¿Qué piensas hacer para evitarlo?
Esa fue la gota que colmó el vaso. La rabia contenida de Ismael se desbordó. Se iba a enterar de lo que pensaba hacer. Casi como acto reflejo, cargó el hombro, cerró la mano y golpeó con un fuerte puñetazo la mandíbula del que ahora era su contrincante. No quería llegar a esos extremos, pero era inconcebible el hecho de pensar que ella estaba siendo torturada de esa manera. Después de recuperar su posición inicial tras el impacto, Diego devolvió el golpe y acertó de lleno. Así, uno tras otro, fueron apaleándose el uno al otro, ya hasta tirados en el suelo, con toda la fuerza de la que disponían en esos momentos. Toda esa impotencia sentida tiempo atrás se había transformado en energía contenida, la que, de un golpe seco pero profundo y acertado, hizo mostrar a Ismael su superioridad; una vez debilitado, lo alzó cogido del cuello de la camiseta. Dispuesto a darle el toque final a la pelea, los demás chicos de la pandilla de abalanzaron sobre ellos, separándolos en un instante, y tranquilizando a Ismael. El monstruo que había creído como amigo durante todo este tiempo se había librado del dolor que le correspondía por un instante mínimo.
-          -¡Ismael! ¿Qué coño haces? ¡Suéltalo, se te ha ido la cabeza!
-          -¡Diego! ¿Estás bien? ¿Qué mosca os ha picado para liaros a puñetazos de esta manera?
-          -A ver, si tenéis algún ajuste pendiente, habladlo civilizadamente, pero no os matéis, y menos en frente del instituto.
-          -Es imposible hablar con quien no se debe considerar ni persona…- dijo Ismael entre dientes.
-          -¿Qué? ¿Qué no es persona? Ismael, ¿te encuentras bien?- estuvo dudando unos segundos antes de responder a aquella última pregunta.
-          -Sí, yo me encuentro perfectamente. Soltadme, no pienso volver a tocarle, y perdón por el espectáculo.- con dos brutos movimientos se soltó de todos los brazos que en aquel momento lo bloqueaban y, sin volver la mirada, se alejó de aquel violento escenario.
-          -¡Espera! ¡Nos debes una…! Este chico se está volviendo más raro… ¿estás bien, Diego?
-          -Sí, sí, no os preocupéis. Atiza fuerte, pero no demasiado. Se ha vuelto loco de repente, ya hablaré con él de esto. Algo hay que le perturba, y ha desfogado conmigo. Quizás es Salomé y la envidia que siente hacia mí, no sé.
-          -Puede ser. ¿Vas a ir a hablar con él de buenas? Te admiro tío, ojalá tuviera yo esa paciencia.
Como era de esperar, el verdadero perturbado salió de la situación quedando como un santo, habiendo sido capaz de ocultar todas sus despiadadas acciones una vez más.

A quien ya no engañaría más sería a Ismael; ya lo había visto con sus propios ojos, y nadie podría evitar que hiciese cuanto estaba en su mano para evitarlo. Cuando perdió de vista a Diego y al resto del grupo, arrancó el motor y se dirigió hacia la casa de su vecina. No pensaba ceder ante el caso, la mierda que se había metido la había cambiado y había llegado a un punto en el que la estaba empezando a destruir. Tenía que salir de ese agujero cuanto antes, porque si no salía ella, no salía él.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Capítulo 13

Esa actitud no fue cosa de una mañana; día tras día, todo se presentaba igual en aquellos pupitres, ella evadida del mundo, cada vez con más ansia por salir del aula, más delgada, más débil y con menos ganas de continuar. Era curioso: los primeros días, parecía aliviar todos sus dolores cuando estaba con Diego, parecía calmar todo lo que por dentro le angustiaba. Pero, conforme pasaba el tiempo, ya ni él conseguía apaciguarla: el desánimo la había dominado por completo. La forma en la que se contenía apretando sus puños, el moqueo constante y las rojeces que aparecían nuevas en sus brazos cada mañana avivaban la desesperación de Ismael, que ya no sabía qué hacer ni con él mismo ni con ella. Las horas fuera del centro parecía mantenerlas ocupadas de la misma manera que hace ya unos meses: Diego tranquilizaba al grupo contándoles lo que la tarde anterior había estado hablando con ella en todas las salidas del instituto. “Se pondrá bien muy pronto. Dadle tiempo, ha sido un golpe muy duro para ella.” Parecían imbéciles creyéndolo, “¿pero de verdad la ven tan bien como para creer que no hay nada oculto detrás de esos cuentos? ¿No han notado ni una pizca de su falta de vida?” Estas preguntas no se despegaban de su cabeza ni un momento; cualquier día de estos, Ismael iba a explotar. Eran todo meras sospechas que se apoderaban de su cabeza, no tenía nada en lo que basar ninguna teoría o sobre lo que actuar, y eso le hacía sentir impotente; su amiga estaba desgastándose, él lo sabía, y ella no contaba con él para absolutamente nada.

No duró muchas semanas más la incertidumbre. Un mediodía, en la hora de recreo, Ismael entró al baño, había bebido mucha agua esa mañana y tenía que soltar líquido de alguna manera. Mientras estaba en el váter, con la puerta cerrada y sin hacer ningún ruido, oyó pasos de dos personas entrar en el servicio. No tardó en reconocer las voces: eran Diego y Salomé. Por lo que parece, creían estar solos, por lo que la acción no tardó en empezar:
-          -Dámela, Diego, dámela.
-          -Jajajaja cielo, no estás cuidando tu ansiedad, ¿eh? Paciencia, que la tengo aquí bien resguardadita.
-          -La necesito ya, joder, sácala y pongámonos de una vez.
-          -Ya va, cariño, ya va. Eh, pero antes, me tienes que prometer que esta tarde repetiremos lo de ayer.
-          -No, por favor, lo de ayer no. Ten piedad, estoy agotada. Llevamos toda la semana así, y mi cuerpo no da para más. Déjame descansar, te lo ruego.
-          -¿Descansar? ¿Descansar de qué? Si sabes que tú también lo estás deseando, no te hagas de rogar. Si no, ya sabes, hoy no hay premio.
-          -Diego… no puedes hacerme esto.
-          -Puedo de sobra. Eres mía, y dependes de mí para esto. Si yo no estoy, olvídate de conseguir un gramo.
-          -No soy tuya, y jamás lo seré. Eres un cabrón y no te necesito, solo necesito eso.
-         - Eres totalmente mía, ¿entendido? Y como vuelva a escuchar lo contrario no va a ser solo la ansiedad la que te duela, ¿hablo claro, princesa? –un fuerte golpe resonó por todo el aseo.
-         - Perdóname, no quería ofenderte, lo siento. Suéltame, por favor.
-          -Así me gusta. Como veo que has aprendido la lección, te doy tu recompensa.
Acto seguido se oyó el sonido de una bolsa abriéndose, unos momentos de silencio, y fuertes inspiraciones que se repetían una y otra vez. Tan pronto como dedujo de lo que se podía tratar, Ismael no dudó en asomar la cabeza por encima de la puerta. Jamás olvidaría esa imagen de su cabeza. Lo sabía, si él lo sabía, pero nunca había llegado a imaginar que podría impactar tan fuertemente lo que acababa de presenciar. La que, ya se había dado cuenta, era la chica de sus sueños estaba pudriéndose por dentro, estaba drogándose. Mientras terminaban, se deshacían de todo el material y se marchaban ignorando su presencia, Ismael permaneció en un estado de bloqueo, sin reacción alguna, intentando reconocer la escena como parte de la realidad. Necesitó un tiempo, pero, cuando lo logró, no hizo nada más que jurarse que ese desgraciado iba a pagar por lo que había hecho. Ahora que de verdad conocía lo que de verdad ocurría, no lo iba a dejar pasar ni un solo día más.


Las tres horas de clase restantes se le hicieron interminables. No podía mirarla igual, ahora que sabía lo que llevaba dentro y quién era el culpable. Si lo llega a saber antes, nada así hubiese llegado a pasar.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Capítulo 12

Gran día de la vuelta al cole. Tenía todo preparado, no se olvidaba de nada.
-          -¿Estás segura de que te sientes preparada para volver a tu vida normal?
-          -Sí, papá, no te preocupes. Aunque se me note deteriorada y eso por el cansancio acumulado, ya va siendo hora de afrontar lo que nos toca.
-          -Sabes que por parte del instituto no hay ningún problema, comprenden el caso y están de acuerdo con cualquier decisión que tomemos…
-         - Lo sé, lo sé, y agradezco que te preocupes, pero prefiero hacerlo así.
-          -Si estás segura, adelante. Que tengas buen comienzo, mi vida.
-          -Gracias, papá, te quiero.
Tener que despedirse de una sola persona antes de colgarse la mochila a la espalda le sentó como una puñalada en el pecho, cuyo dolor persistió más de lo imaginable. Ese día optó por el bus, no quería arriesgarse a trágicas distracciones.
Al bajar el último peldaño de la puerta de salida, la bocanada de aire colegial le golpeó fuerte. Era buena hora, más temprano de lo que solía llegar, por lo que el discurso de la coartada podría estar terminado al inicio del día. Ya los había visto. Habían llegado casi todos, faltaba solo Ismael. Fue cuestión de segundos que se abalanzasen sobre ella. Menudo abrazo se dieron. Por lo visto, Diego había contado la verdad.
-         - ¡No me puedo creer que seas tú! Tres semanas sin verte eran demasiadas…
-          -¿Por qué no nos has querido contar nada? ¡Sabes que nos tienes para todo!
-          -Lo sentimos muchísimo niña, cuenta con nosotros para lo que necesites.
-          -Eso, eso, ¡que te hemos echado de menos!
-          -Gracias chicos, yo también os he echado de menos a vosotros. Siento no habéroslo dicho antes, pero no me sentía con fuerzas y creí que lo mejor era guardármelo para mí. Diego se enteró por… digamos… casualidad, no lo elegí a posta.
-          -Tranquila, te comprendemos perfectamente. No nos tienes que dar ninguna explicación, de verdad. Además… ya sabemos lo que os traéis entre los dos… ¡que tres semanas dan para mucho!
En ese momento cruzó Ismael la entrada. Iba con paso ligero, pero la vio. Aún así, giró la cara, ni paró el paso, y se metió en el edificio. Esto no pintaba bien; al parecer, su última conversación no le había dejado indiferente.
Primera hora de su segundo primer día. No se sentía otra cosa más que incomodidad en aquellos dos pupitres. No se dirigían una sola mirada. En cierto modo, parecía sencillo no saber del otro durante un día más, pero no aguantaron demasiado. Al terminar la explicación, se rompió el silencio.
-          -¿Qué has hecho, Salome?
-          -¿Qué he hecho de qué? Habla claro, no estoy para jueguecitos, por favor.
-          -Lo mismo para ti es fácil, pero yo no he dejado de preocuparme en ningún momento. No son jueguecitos, es una pregunta clara. ¿Qué has hecho estos días?
-          -Ser feliz, disfrutar de la compañía de mi familia al completo y vivir una vida llena de aventuras, no te fastidia.
-          -Joder, lo siento, no quería… es igual, no me refiero a eso. Estás completamente diferente. Has perdido un montón de peso, esos pantalones antes se te ajustaban, y ahora caben dos como tú; tu color de piel no es el mismo, estás blancuzca, muy pálida y fría; no tienes iniciativa de conversación, tu mirada se evade, y no te has separado de tu botella de agua ni un minuto. Entiendo que sean parte de las secuelas de lo ocurrido, pero estoy más que seguro de que no es la única causa. ¿Hay algo que deba saber?
-         -Ya no sé ni cómo decírtelo, joder, te lo dejé claro aquella noche. Tú no sabes lo que es pasar por esto, no lo sabes, y no te deseo que lo sepas nunca. Lo que se me nota por fuera es lo mínimo con lo que cargo, el reflejo más débil de lo que llevo dentro; no se puede parecer un pincel si por dentro estás hecha una mierda. Sinceramente, me duele que no me creas, ni antes ni ahora. No tengo por qué darte más explicaciones. Incluso, si lo piensas, es mi vida, y si te hubiese ocultado algo tendrías que respetarlo. Si quieres seguir hablándome, bien, y si no, ahora mismo no estoy como para preocuparme por esas cosas-las lágrimas asomaron y amenazaron con derramarse.
-         - Está bien, perdona la presión, si no quieres contarme, tus motivos tendrás. Yo solo quiero que sepas que me ofrezco para todo lo que necesites, y que voy a estar a tu lado siempre que tú quieras. Si estás segura de que te conviene, te garantizo mi apoyo.
-         - Supongo que tendré que aceptar tus disculpas, ¿no?-un leve amago de sonrisa se impuso sobre su decaído rostro.
-         - Por la cuenta que nos trae, más nos vale, Jajajaja.
-          -Ojalá y algún día vuelva a ser todo como antes.
-         - Si te empeñas, lo conseguirás, créeme.
Se terminó el mal trago para ambos. Todo lo que tenían que saber el uno y el otro ya estaba dicho, ya era cuestión de volver a la normalidad poco a poco. Por dentro, se moría por soltarle todo lo que le pasaba y en qué mundo se estaba metiendo.

Pocas conversaciones fluidas más surgieron aquella mañana. La mirada totalmente absorta de Salomé y su impaciencia inusual por oír sonar el timbre lo mantenían en una constante nube de dudas. “A esta chica no le está pasando nada bueno; lo peor es que si ella no se encuentra bien, yo tampoco lo puedo estar,  eso no lo tiene en cuenta.” 

miércoles, 13 de agosto de 2014

Capítulo 11

Vuelta a lo mismo. Primer timbre, pupitre vacío, clases eternas y añoranza de su olor, su sonrisa.  Tenía que hablar con Diego, esto pasaba de castaño oscuro. La llamada  a Salomé de la noche anterior le había quitado el sueño:
-          -¿Cómo estás?
-          -Pues bastante mal. El dolor no se me pasa, me temo que voy a tener que quedarme encerrada unos días más.
-          -¿Unos más? Pero si ayer saliste con Diego, tu encerrona empieza hoy ¿no?
-          -Ayer no salí con él, Ismael.
-          -Salomé, que te vi desde el parque que está en frente del quiosco. ¿Por qué parecía que no te sostenías en pie?
-          -Ah, bueno, sí, me di una vuelta, pero eso no contaba. No parecía nada, era simplemente salir a dar un paseo para despejarme, pero no me sentó bien.
-          -Mira, eso se lo tragan otros, pero sabes de sobra que a mí no me engañas. Hazme el favor y cuéntame a qué te dedicaste ayer.
-          -A nada, joder, a nada. Andamos y punto.
-          -¿Tú te crees que yo soy tonto? Lo que de verdad te pasa  no tiene nada que ver con la barriga ni cosas por el estilo. No intentes encubrirlo, porque no lo vas a conseguir. Te he pillado, ahora dime la verdad.
-          -Mira, piensa lo que quieras.- colgó.
Le estuvo dando vueltas toda la madrugada, intentando no ponerse en lo peor, pero le costaba. “No, ella no, ella no lo haría. Ismael, tiene que haber otra explicación. Mareos repentinos, yo qué sé. Lo mismo hasta lo he exagerado sin darme cuenta. Tranquilízate tío. Mañana aclararemos las cosas.”
El último timbre le dio la oportunidad. Se cargó la mochila al hombro y, apartando a todo lo que se le oponía, salió escopetado. Hoy Diego se iba temprano, tenía la tarde liada, tenía que pillarlo como sea. Y lo consiguió, justo a tiempo. Estaba despidiéndose cuando apareció a lo lejos corriendo, con la mano en alto y gritando su nombre.
-          -¡Qué velocidades llevas, chaval! Un poco más y no te alcanzo.
-          -Tú verás, hoy voy embalado, pero es que tengo prisa. Esta tarde está ocupadilla.
-          -Ya, ya, losé. No te molesto mucho, solo quería saber sobre Salomé. ¿Cómo está?
-          -Pues no muy bien, la verdad. El estómago la tiene jodida. Apenas se mueve del sofá. Se tiró ahí todo el día, por lo visto. Si puedo, esta tarde me escapo a verla un rato a ver como sigue, y mañana os informo.
-          -Ah, joder, que mierda. Sí, por favor, cuéntame lo que sepas, me tiene preocupado. No se movió de allí en toda la tarde ¿no?
-          -Emmm… no, no, estuve yo con ella y no, apenas se incorporó. ¿Por?
-          -No, nada, nada. Ala, vete ya que ya te he interrumpido bastante.
-          -Calla anda, que para esto estamos. Mañana nos vemos.
-          -Sí, sí. Hasta mañana.
Increíble. ¿Pero qué estaba pasando? ¿Lo tomaban por idiota? No podía pensar nada medianamente razonable después de aquello. ¿Qué iba a hacer ahora? No podía presentarse así como si nada. Por lo visto, sus preocupaciones les importaban poco. Si tanto lo encubrían, será porque lo saben llevar ellos solos, sea lo que sea. “No voy a comerme la cabeza por algo que lo mismo ni es cierto. No han contado conmigo, por algo será. Que mientan como quieran.” Esas frases fueron su banda sonora para el resto de la tarde. Para esa tarde, y el resto de ellas.


Llamaron a la puerta. Por fin, se le había hecho la mañana eterna. Esto del insomnio era peor de lo que se imaginaba. Bajó las escaleras. Efectivamente, su padre no estaba, todo esto suponía más tareas para él de las que podía imaginar. Habían pasado la noche juntos, y por la mañana no se separaron  ni un minuto, pero se sentían solos, faltaba ese alguien en sus abrazos, y ambos se sentían vacíos por dentro. Abrió la puerta, y lo vio. A él y a ella, en su pequeña bolsita, la de costumbre.
-          -Qué, ¿está la casa para nosotros?
-          -Sí, sí, como te prometí. Pasa anda, no te quedes ahí, ya hay confianza de sobra.
-          -Eso no te lo puedo negar, estas semanas estoy pisando más esta casa que la mía.
-          -Te quejarás, vamos.
-          -Para nada princesa, lo sabes mejor que yo, nunca me canso de estar contigo, sea donde sea.
-          -Menos mal que estás aquí conmigo. No sé que habría sido de mí estas dos semanas y pico sin ti ni tu sorpresa. Sácala anda, que me está tentando demasiado.
-          -Eh, no te estarás convirtiendo en…
-          -¿Qué dices? ¡Venga ya! Si controlo perfectamente.

Una tarde más continuaron con sus costumbres. Ya hacía tres semanas de aquel catastrófico día, y Salomé no había pisado el instituto desde entonces; ni el centro, ni apenas la calle, estaba demasiado ocupada en sus “distracciones”. Aún así, los dos coincidieron en que ya iba siendo hora de incorporarse a las clases de nuevo, y empezar a inventar excusas para todos los que preguntasen. Diego ya había hecho la mayor parte del trabajo sucio, pero las preguntas iban a dirigirse todas a ella, y eso era duro de afrontar, sobre todo si entre ellas estaban las de Ismael… le iba a costar convencerle con aquella gran mentira.