martes, 9 de septiembre de 2014

Capítulo 14

Último timbre de la mañana. Ismael parecía aparentemente sereno, para que ella no notase nada. Atravesaron juntos los pasillos, y él la cubrió con su brazo por encima del hombro y la apretó contra sí. Después de devolverle el gesto con una leve sonrisa, más que fingida, se reunieron con los demás, según la costumbre. Mientras charlaban descuidadamente unos con otros, lo tenía vigilado cada segundo: no se le iba a escapar sin aclarar lo que ocurría. Ya se había ido Salomé, después de quedar esa tarde, cuando Diego se empezó a despedir. Ismael hizo lo mismo y, cuando se dirigía hacia la moto, lo detuvo de un agarrón en el brazo:
-          -¿Cómo has podido, tío?
-          -¿Qué?
-          -Te pregunto que cómo has tenido cojones de hacerle eso, coño.
-          -No sé que hablas, chaval.
-          -¿Ah, no? Pues ahora mismo te lo explico. Hoy parece que el plan se te ha ido de las manos, cuando habéis entrado, como de costumbre, al aseo en el recreo, se os ha escapado el detalle de que yo estaba dentro. Pensaba que eras un chico decente, no sabía que serías capaz de semejante… barbaridad.
-          -¿Barbaridad de qué? Cierra la boca, anda, no sabes de lo que estás hablando.
-          -Lo sé perfectamente, y me da igual que lo hagas. Métete toda la mierda que quieras, mátate a ti mismo, me la suda, pero a ella ni se te ocurra tocarla.
-          -A ver, creo que no me has entendido. Te lo voy a decir por las buenas. Déjanos en paz, ¿vale? Nosotros sabemos lo que hacemos, no necesitamos que nos digas lo que está bien o mal.
-          -Es tu objeto de diversión, y estás utilizando su mayor desgracia para engancharla y aprovecharte de ella como nunca. No voy a dejar que la trates así.
-          -Es mía, así de simple. ¿Qué piensas hacer para evitarlo?
Esa fue la gota que colmó el vaso. La rabia contenida de Ismael se desbordó. Se iba a enterar de lo que pensaba hacer. Casi como acto reflejo, cargó el hombro, cerró la mano y golpeó con un fuerte puñetazo la mandíbula del que ahora era su contrincante. No quería llegar a esos extremos, pero era inconcebible el hecho de pensar que ella estaba siendo torturada de esa manera. Después de recuperar su posición inicial tras el impacto, Diego devolvió el golpe y acertó de lleno. Así, uno tras otro, fueron apaleándose el uno al otro, ya hasta tirados en el suelo, con toda la fuerza de la que disponían en esos momentos. Toda esa impotencia sentida tiempo atrás se había transformado en energía contenida, la que, de un golpe seco pero profundo y acertado, hizo mostrar a Ismael su superioridad; una vez debilitado, lo alzó cogido del cuello de la camiseta. Dispuesto a darle el toque final a la pelea, los demás chicos de la pandilla de abalanzaron sobre ellos, separándolos en un instante, y tranquilizando a Ismael. El monstruo que había creído como amigo durante todo este tiempo se había librado del dolor que le correspondía por un instante mínimo.
-          -¡Ismael! ¿Qué coño haces? ¡Suéltalo, se te ha ido la cabeza!
-          -¡Diego! ¿Estás bien? ¿Qué mosca os ha picado para liaros a puñetazos de esta manera?
-          -A ver, si tenéis algún ajuste pendiente, habladlo civilizadamente, pero no os matéis, y menos en frente del instituto.
-          -Es imposible hablar con quien no se debe considerar ni persona…- dijo Ismael entre dientes.
-          -¿Qué? ¿Qué no es persona? Ismael, ¿te encuentras bien?- estuvo dudando unos segundos antes de responder a aquella última pregunta.
-          -Sí, yo me encuentro perfectamente. Soltadme, no pienso volver a tocarle, y perdón por el espectáculo.- con dos brutos movimientos se soltó de todos los brazos que en aquel momento lo bloqueaban y, sin volver la mirada, se alejó de aquel violento escenario.
-          -¡Espera! ¡Nos debes una…! Este chico se está volviendo más raro… ¿estás bien, Diego?
-          -Sí, sí, no os preocupéis. Atiza fuerte, pero no demasiado. Se ha vuelto loco de repente, ya hablaré con él de esto. Algo hay que le perturba, y ha desfogado conmigo. Quizás es Salomé y la envidia que siente hacia mí, no sé.
-          -Puede ser. ¿Vas a ir a hablar con él de buenas? Te admiro tío, ojalá tuviera yo esa paciencia.
Como era de esperar, el verdadero perturbado salió de la situación quedando como un santo, habiendo sido capaz de ocultar todas sus despiadadas acciones una vez más.

A quien ya no engañaría más sería a Ismael; ya lo había visto con sus propios ojos, y nadie podría evitar que hiciese cuanto estaba en su mano para evitarlo. Cuando perdió de vista a Diego y al resto del grupo, arrancó el motor y se dirigió hacia la casa de su vecina. No pensaba ceder ante el caso, la mierda que se había metido la había cambiado y había llegado a un punto en el que la estaba empezando a destruir. Tenía que salir de ese agujero cuanto antes, porque si no salía ella, no salía él.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Capítulo 13

Esa actitud no fue cosa de una mañana; día tras día, todo se presentaba igual en aquellos pupitres, ella evadida del mundo, cada vez con más ansia por salir del aula, más delgada, más débil y con menos ganas de continuar. Era curioso: los primeros días, parecía aliviar todos sus dolores cuando estaba con Diego, parecía calmar todo lo que por dentro le angustiaba. Pero, conforme pasaba el tiempo, ya ni él conseguía apaciguarla: el desánimo la había dominado por completo. La forma en la que se contenía apretando sus puños, el moqueo constante y las rojeces que aparecían nuevas en sus brazos cada mañana avivaban la desesperación de Ismael, que ya no sabía qué hacer ni con él mismo ni con ella. Las horas fuera del centro parecía mantenerlas ocupadas de la misma manera que hace ya unos meses: Diego tranquilizaba al grupo contándoles lo que la tarde anterior había estado hablando con ella en todas las salidas del instituto. “Se pondrá bien muy pronto. Dadle tiempo, ha sido un golpe muy duro para ella.” Parecían imbéciles creyéndolo, “¿pero de verdad la ven tan bien como para creer que no hay nada oculto detrás de esos cuentos? ¿No han notado ni una pizca de su falta de vida?” Estas preguntas no se despegaban de su cabeza ni un momento; cualquier día de estos, Ismael iba a explotar. Eran todo meras sospechas que se apoderaban de su cabeza, no tenía nada en lo que basar ninguna teoría o sobre lo que actuar, y eso le hacía sentir impotente; su amiga estaba desgastándose, él lo sabía, y ella no contaba con él para absolutamente nada.

No duró muchas semanas más la incertidumbre. Un mediodía, en la hora de recreo, Ismael entró al baño, había bebido mucha agua esa mañana y tenía que soltar líquido de alguna manera. Mientras estaba en el váter, con la puerta cerrada y sin hacer ningún ruido, oyó pasos de dos personas entrar en el servicio. No tardó en reconocer las voces: eran Diego y Salomé. Por lo que parece, creían estar solos, por lo que la acción no tardó en empezar:
-          -Dámela, Diego, dámela.
-          -Jajajaja cielo, no estás cuidando tu ansiedad, ¿eh? Paciencia, que la tengo aquí bien resguardadita.
-          -La necesito ya, joder, sácala y pongámonos de una vez.
-          -Ya va, cariño, ya va. Eh, pero antes, me tienes que prometer que esta tarde repetiremos lo de ayer.
-          -No, por favor, lo de ayer no. Ten piedad, estoy agotada. Llevamos toda la semana así, y mi cuerpo no da para más. Déjame descansar, te lo ruego.
-          -¿Descansar? ¿Descansar de qué? Si sabes que tú también lo estás deseando, no te hagas de rogar. Si no, ya sabes, hoy no hay premio.
-          -Diego… no puedes hacerme esto.
-          -Puedo de sobra. Eres mía, y dependes de mí para esto. Si yo no estoy, olvídate de conseguir un gramo.
-          -No soy tuya, y jamás lo seré. Eres un cabrón y no te necesito, solo necesito eso.
-         - Eres totalmente mía, ¿entendido? Y como vuelva a escuchar lo contrario no va a ser solo la ansiedad la que te duela, ¿hablo claro, princesa? –un fuerte golpe resonó por todo el aseo.
-         - Perdóname, no quería ofenderte, lo siento. Suéltame, por favor.
-          -Así me gusta. Como veo que has aprendido la lección, te doy tu recompensa.
Acto seguido se oyó el sonido de una bolsa abriéndose, unos momentos de silencio, y fuertes inspiraciones que se repetían una y otra vez. Tan pronto como dedujo de lo que se podía tratar, Ismael no dudó en asomar la cabeza por encima de la puerta. Jamás olvidaría esa imagen de su cabeza. Lo sabía, si él lo sabía, pero nunca había llegado a imaginar que podría impactar tan fuertemente lo que acababa de presenciar. La que, ya se había dado cuenta, era la chica de sus sueños estaba pudriéndose por dentro, estaba drogándose. Mientras terminaban, se deshacían de todo el material y se marchaban ignorando su presencia, Ismael permaneció en un estado de bloqueo, sin reacción alguna, intentando reconocer la escena como parte de la realidad. Necesitó un tiempo, pero, cuando lo logró, no hizo nada más que jurarse que ese desgraciado iba a pagar por lo que había hecho. Ahora que de verdad conocía lo que de verdad ocurría, no lo iba a dejar pasar ni un solo día más.


Las tres horas de clase restantes se le hicieron interminables. No podía mirarla igual, ahora que sabía lo que llevaba dentro y quién era el culpable. Si lo llega a saber antes, nada así hubiese llegado a pasar.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Capítulo 12

Gran día de la vuelta al cole. Tenía todo preparado, no se olvidaba de nada.
-          -¿Estás segura de que te sientes preparada para volver a tu vida normal?
-          -Sí, papá, no te preocupes. Aunque se me note deteriorada y eso por el cansancio acumulado, ya va siendo hora de afrontar lo que nos toca.
-          -Sabes que por parte del instituto no hay ningún problema, comprenden el caso y están de acuerdo con cualquier decisión que tomemos…
-         - Lo sé, lo sé, y agradezco que te preocupes, pero prefiero hacerlo así.
-          -Si estás segura, adelante. Que tengas buen comienzo, mi vida.
-          -Gracias, papá, te quiero.
Tener que despedirse de una sola persona antes de colgarse la mochila a la espalda le sentó como una puñalada en el pecho, cuyo dolor persistió más de lo imaginable. Ese día optó por el bus, no quería arriesgarse a trágicas distracciones.
Al bajar el último peldaño de la puerta de salida, la bocanada de aire colegial le golpeó fuerte. Era buena hora, más temprano de lo que solía llegar, por lo que el discurso de la coartada podría estar terminado al inicio del día. Ya los había visto. Habían llegado casi todos, faltaba solo Ismael. Fue cuestión de segundos que se abalanzasen sobre ella. Menudo abrazo se dieron. Por lo visto, Diego había contado la verdad.
-         - ¡No me puedo creer que seas tú! Tres semanas sin verte eran demasiadas…
-          -¿Por qué no nos has querido contar nada? ¡Sabes que nos tienes para todo!
-          -Lo sentimos muchísimo niña, cuenta con nosotros para lo que necesites.
-          -Eso, eso, ¡que te hemos echado de menos!
-          -Gracias chicos, yo también os he echado de menos a vosotros. Siento no habéroslo dicho antes, pero no me sentía con fuerzas y creí que lo mejor era guardármelo para mí. Diego se enteró por… digamos… casualidad, no lo elegí a posta.
-          -Tranquila, te comprendemos perfectamente. No nos tienes que dar ninguna explicación, de verdad. Además… ya sabemos lo que os traéis entre los dos… ¡que tres semanas dan para mucho!
En ese momento cruzó Ismael la entrada. Iba con paso ligero, pero la vio. Aún así, giró la cara, ni paró el paso, y se metió en el edificio. Esto no pintaba bien; al parecer, su última conversación no le había dejado indiferente.
Primera hora de su segundo primer día. No se sentía otra cosa más que incomodidad en aquellos dos pupitres. No se dirigían una sola mirada. En cierto modo, parecía sencillo no saber del otro durante un día más, pero no aguantaron demasiado. Al terminar la explicación, se rompió el silencio.
-          -¿Qué has hecho, Salome?
-          -¿Qué he hecho de qué? Habla claro, no estoy para jueguecitos, por favor.
-          -Lo mismo para ti es fácil, pero yo no he dejado de preocuparme en ningún momento. No son jueguecitos, es una pregunta clara. ¿Qué has hecho estos días?
-          -Ser feliz, disfrutar de la compañía de mi familia al completo y vivir una vida llena de aventuras, no te fastidia.
-          -Joder, lo siento, no quería… es igual, no me refiero a eso. Estás completamente diferente. Has perdido un montón de peso, esos pantalones antes se te ajustaban, y ahora caben dos como tú; tu color de piel no es el mismo, estás blancuzca, muy pálida y fría; no tienes iniciativa de conversación, tu mirada se evade, y no te has separado de tu botella de agua ni un minuto. Entiendo que sean parte de las secuelas de lo ocurrido, pero estoy más que seguro de que no es la única causa. ¿Hay algo que deba saber?
-         -Ya no sé ni cómo decírtelo, joder, te lo dejé claro aquella noche. Tú no sabes lo que es pasar por esto, no lo sabes, y no te deseo que lo sepas nunca. Lo que se me nota por fuera es lo mínimo con lo que cargo, el reflejo más débil de lo que llevo dentro; no se puede parecer un pincel si por dentro estás hecha una mierda. Sinceramente, me duele que no me creas, ni antes ni ahora. No tengo por qué darte más explicaciones. Incluso, si lo piensas, es mi vida, y si te hubiese ocultado algo tendrías que respetarlo. Si quieres seguir hablándome, bien, y si no, ahora mismo no estoy como para preocuparme por esas cosas-las lágrimas asomaron y amenazaron con derramarse.
-         - Está bien, perdona la presión, si no quieres contarme, tus motivos tendrás. Yo solo quiero que sepas que me ofrezco para todo lo que necesites, y que voy a estar a tu lado siempre que tú quieras. Si estás segura de que te conviene, te garantizo mi apoyo.
-         - Supongo que tendré que aceptar tus disculpas, ¿no?-un leve amago de sonrisa se impuso sobre su decaído rostro.
-         - Por la cuenta que nos trae, más nos vale, Jajajaja.
-          -Ojalá y algún día vuelva a ser todo como antes.
-         - Si te empeñas, lo conseguirás, créeme.
Se terminó el mal trago para ambos. Todo lo que tenían que saber el uno y el otro ya estaba dicho, ya era cuestión de volver a la normalidad poco a poco. Por dentro, se moría por soltarle todo lo que le pasaba y en qué mundo se estaba metiendo.

Pocas conversaciones fluidas más surgieron aquella mañana. La mirada totalmente absorta de Salomé y su impaciencia inusual por oír sonar el timbre lo mantenían en una constante nube de dudas. “A esta chica no le está pasando nada bueno; lo peor es que si ella no se encuentra bien, yo tampoco lo puedo estar,  eso no lo tiene en cuenta.”