Las primeras historias tuvieron éxito, y el
miedo se veía en la cara de todos. Fantasmas, exorcismos, sangre, asesinatos,
llamadas desconocidas y voces extrañas fueron los temas principales. Pero, tras
un tiempo con el corazón encogido, estas historias comenzaron a dejar de surtir
efecto.
- -Buah,
chicos, a mí ya esto no me asusta, me he inmunizado para el resto de la noche.
- -Me
pasa igual. Venga va, vamos a hacer otra cosa.
- -Chicos,
ya es tarde, deberíamos ir recogiendo…- interrumpió Ismael, porque se olía lo
que venía a continuación.
- -No
no no, de ninguna manera, de aquí no nos vamos hasta que el novato nos dé el
discurso de agradecimiento por la acogida – por mucho que lo evitase, no se iba
a librar de esto.
- -¡Eso,
eso! Cuando termines nos vamos, pero hasta entonces nadie mueve el culo de
aquí.- todos se apiñaron y fijaron la mirada en Ismael.
- -Bueno,
parece ser que no me libro… en fin, empezaré sin más dilación. – Ismael empezó
a relatar- Qué otra cosa os puedo decir que no sea gracias. Os habéis portado
conmigo como yo jamás me había portado con nadie. Me acogisteis desde el primer
momento, sin importaros de dónde venía o quién era yo realmente. Eso es algo
que nunca podré olvidar. Ya estáis todos, absolutamente todos, en mi corazón.
No os cambiaría por nada. Mirad que solo llevamos un año juntos, pero, ¿y la
cantidad de momentos geniales que hemos pasado? Supongo que vosotros estaréis
más que acostumbrados, pero, para alguien que se pasa la vida moviéndose de un
lado para otro, esto es algo que solo ocurre en lugares especiales, con gente
especial. Me hacéis sentir como si hubiese nacido entre vosotros, como si no hubiera
malgastado el tiempo en otros lugares, como si fuera uno más de lo que yo
considero una familia. No sé que más rollo soltar, lo que de verdad siento es
como que… no sé, no encuentro palabras. Gracias por todo, de verdad.
Tras
terminar de hablar, Ismael pudo darse cuenta de la reacción de los demás. Todos
estaban en silencio absoluto, sin poder dejar de mirarle, con lágrimas en los
ojos, algunas incluso secándose las que se habían escapado y caían por sus
caras. Tras unos incómodos segundos, se miraron unos a otros y corrieron a
abrazarle. Entonces, Salomé gritó: “¡a mantear al novato!” y se desató el caos.
Pese a que oponía una fuerte resistencia, no pudo evitarlo. Ismael voló por los
aires, al son el grito de “¡Viva el novato, bienvenido a la familia!”
Cuando
ya por fin pararon las risas, los saltos y los abrazos, todos empezaron a
recoger. Ismael, con el corazón encogido, cruzó la mirada con Salomé, y se
acercó a ella.
- -Gracias,
de verdad.- con una amplia sonrisa y un brillo especial en los ojos, el mismo
que aquella tarde en su casa después de él ofrecerse como su salvación, Salomé
le cogió las manos y respiró fuerte y tranquila.
- -Gracias
a ti, por esto, por todos, y por todo.
Se
miraron fijamente durante varios segundos. El mundo se había parado. Solo existían
él y ella. Nadie a su alrededor, nada en lo que pensar, solo dos miradas
entrelazándose y apoyándose una en la otra. Se estaban diciendo tantas cosas
que es imposible describirlas con palabras. Estaban ahí el uno para el otro,
entonces y para siempre. Aunque moriría por un beso en aquel instante, Ismael,
fue el primero que retiró suavemente sus manos y se despidió de aquel
inolvidable momento con una sonrisa.
Terminaron
de limpiar el sitio, dejándolo hasta reluciente. Efectivamente, ya era
bastante tarde, por lo que el paso de la vuelta fue más rápido. Enseguida
estuvieron en la casa de regreso. Tras despedirse todos y desearse una buena
noche, cada uno se fue para su cuarto.
- -Joder,
qué bien ha empezado el finde, ¿no? – le dijo Salomé a Ismael.
- -Ni
que lo digas, excepto el momento de vergüenza, todo ha sido genial.
- -Qué
dices, bobo. Si ha sido precioso todo lo que has dicho, de verdad. A mí por lo
menos me ha encantado.
- -Jajajaja,
gracias gracias, es que así en frío no se me ocurría nada mejor.
- -Anda,
a callar ya y a la cama, que mañana nos espera un día largo.
- -Buenas
noches, Salomé.
- -Buenas
noches, Ismael.
Desde su
respectivo lado de la cama, apagaron la luz y cayeron rendidos al instante. Esa
noche no soñarían nada: todo lo vivido ya era un sueño para ellos.
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