jueves, 15 de enero de 2015

Capítulo 24

-          -¿Todos listos?
-          -¡Todos listos!
-          -No falta nadie ¿no?
-          -Solo Leo, que ha ido al servicio antes de salir.
-          -¡Vámonos ahora que estamos a tiempo! ¡Corred, que ya viene!
-          -¡Oye! ¿Qué os creéis que hacéis sin mí? Mira que sois… - Leo acababa de salir del baño cuando lo oyó, y gritaba desde l fondo. Todos empezaron a reír.
El autobús llegó por fin. Tras saludar al conductor que ya era de confianza, todos cargaron las maletas y se montaron. El viaje de vuelta fue algo más tranquilo. Era domingo, empezaba la época de exámenes y a todos les esperaba una tarde de fuerte estudio si querían aprobar el curso con buena media. Algunos aprovecharon para recuperar sueño atrasado, otros organizaban su tiempo para las distintas asignaturas, otros bromeaban, y otros, particularmente dos, miraban abrazados el paisaje, viendo pasar cada rayo de luz mientras se aferraban contra el otro. Aquella casa había cambiado sus vidas, y les había hecho dar un paso más en la dirección que ambos habían escogido.
Sonaron las llaves al desbloquear la cerradura. Salomé llegó más que feliz a casa, y transmitió esta alegría a todos los rincones de esta. Su padre estaba más que contagiado, y disfrutaba como hace tiempo que no hacía viendo a su hija así. La miraba y podía ver a su mujer en ella. Esa gracia, esa sonrisa, esos movimientos… eran ella. Cómo la echaba de menos.
-          -Señorita, ¡qué feliz viene usted!
-          -Papá, ha sido el mejor finde sin duda.
-          -Ya me imagino ya. Anda, ponte ya a estudiar que luego no te queda tiempo.
-          -Espera, que primero te tendré que contar cositas, ¿no? Vamos, si sé que te mueres de ganas. – ver que su hija lo priorizaba antes de mil cosas que hacer le encogió el corazón.
-          -Pues no te lo voy a negar, cariño. Venga va, siéntate y cuéntame con pelos y señales. ¿Qué locuras habéis hecho?
-          -Mira. Cuando llegamos, tuvimos que repartir las habitaciones, y dio la casualidad de que… - Salomé relataba con todo detalle cada minuto de ese fin de semana. Tras la tragedia, padre e hija habían tomado mucha más confianza, por lo que no se dejó ni un solo acontecimiento sin narrar- … y nos besamos, papi, nos besamos. Ya sé que me dijiste que tuviera cuidado con los chicos, que era mejor estar sola y no arriesgarse a que pasara otra vez, pero no lo pude evitar. Ismael es especial.
-          -Lo sé, sé que lo es. No sabes lo que me alegro de que por fin hayáis dado el paso. Si fuera otro chico te lo habría discutido, pero tratándose de él, te digo que ha sido una de las mejores decisiones que has tomado últimamente.
-          -¿Y esto? Me esperaba otra reacción… a ver, sé que, como vecino que es, lo tienes que conocer, pero… ¿por qué confías tanto en él?
-         - Lo conozco más que de eso. Es más, hablo con él casi todos los días. Te voy a explicar: desde aquel día que todo empezó, él no ha parado de preocuparse ni un momento. En la primera llamada que hizo a casa me contó que te había visto muy rara esa mañana en el instituto, y me pidió por favor que, si averiguaba algo fuera de lo normal, le informase. También me pidió silencio, que no te dijese nada. Por lo visto, llegó a pensar que él mismo te molestaba cada vez que te hablaba del tema. Que sepas que ha sido todo un caballero preocupándose de esa manera, y es un chico que ha luchado por ti de verdad. Yo también fui adolescente, y reconozco la voz de un chico enamorado. Es la misma voz que utilizaba yo cuando conocí a tu madre.- se le quebró el hilo de voz, y se le escaparon un par de sollozos. Salomé lo abrazó, y él lo abrazó a ella.
-          -Está con nosotros, papá. Ha estado conmigo todo el fin de semana. Cada vez que reíamos, cada vez que nos abrazábamos, ella estaba ahí, como una más. La llevamos dentro, papi, y de ahí ya no se va.
Las maravillosas palabras de su hija le hicieron sentir tan orgulloso de ella que fue capaz de cortar el llanto, y recomponerse rápidamente. “Ahora no puedo decírselo, no puedo. Mejor esperar a otro momento, se la ve tan contenta…”

Tras una larga charla sobre el finde, los estudios e Ismael, Salomé subió a su cuarto, deshizo la maleta y se dispuso a abrir el primer libro de texto en todo el fin de semana. Menos mal que sabía que esto iba a pasar y había adelantado mucha materia durante la semana. Sobre su escritorio tenía un pequeño calendario en el que iba tachando los días que pasaban. El primero que tachó fue el primero que puso punto final a su pesadilla: el día que Ismael se presentó por sorpresa. Qué chico este. En nueve meses ya le debía todo, y ahora todo giraba a su alrededor. Por mucho que revisase su pasado, no recordaba haber hecho algo tan bueno como para merecer tener a su lado alguien así. Buscó el día anterior, y, con un buen rotulador de un color llamativo, escribió: “Lo quiero”. Simple, pero cargado de significado. Es verdad, lo quería, y no podía imaginarse un futuro sin él a su lado, la había conquistado completamente. 

Capítulo 23

La mejor noche de su vida estaba a punto de terminar. Sonó el despertador: hora de volver a casa. Tras abrir los ojos y deslumbrarse con la luz del día, se quedó paralizado observándola. Allí estaba ella, sumida en su profundo sueño, cubriendo su perfecto cuerpo con las sábanas, respirando al compás de su corazón. No había mejor imagen para comenzar un domingo que verla descansar así, dulce y frágil, suya.  Unas caricias en el cuello la despertaron. Eran los labios de Ismael, que resbalaban por su piel mientras susurraban entre besos un “Buenos días, tontorrona, arriba que se nos hace tarde otra vez”. Ya era consciente, pero no quería abrir los ojos. Estaba tan relajada que no reunía fuerzas ni para incorporarse.
-          -Cinco minutillos más.
-          -Jajajaja, por mí la vida entera, pero ya hemos apurado al máximo y después de no aparecer ayer… no debemos de hacernos rogar.
-          -Bueno, por esta vez me has convencido. No vayamos a que la liemos todavía más.- tras besarlo rápidamente, se incorporó y se dirigió a la ducha.
Verla pasear con la parte trasera sin cubrir por las sábanas provocó que Ismael no tuviera otro remedio que seguirla al cuarto de baño.
-          -¿Qué haces aquí? ¡Que me voy a duchar!- le replicó ella riéndose.
-          -Lo sé, pero es que yo también voy a ducharme.
-          -Pero si voy yo prim…- antes de poder terminar la palabra, Ismael ya le había callado con otro beso y agarrado la cintura. Haber puesto el despertador veinte minutos antes mereció la pena. Empujándola de espaldas, la llevó hasta el plato de la ducha. Cuando estuvieron dentro ambos, cerró la mampara.
-          -Vamos a ducharnos, ¿no?- Ismael, esbozó una sonrisa traviesa.
-          -Abre el agua, anda.
Bajo el teléfono, comenzaron a abrazarse de nuevo a acariciarse, a respirar la piel del otro, volvieron a fusionarse. Todo aquello les parecía impensable unas semanas antes, pero las vueltas que da el mundo no las pueden controlar. Tras nueve meses conociéndose, habían tenido que reconocer que estaban hechos el uno para el otro.
-          -¡Para, Ismael, que me haces cosquillas! Jajajaja.
-          -Te tendré que extender bien el jabón ¿no?
-          -Déjate de tonterías, ¡que vamos a llegar tarde de verdad!
-          -Vale, vale, ya paro. Un último beso y ya, por favor.
-          -Como desee el caballero.- un mordisco en el labio inferior coronó aquel último y húmedo beso antes de secarse.
Una vez fuera y vestidos, se dirigieron hacia la cocina. Habían sido puntuales, y llegaban los primeros. Teniendo en cuenta que seguramente habían tenido la noche más larga de todas, era de esperar.
Poco a poco empezaron a llegar todos, y todos reaccionaban de manera parecida al verlos juntos. “Vaya, parejita, parece que anoche pasasteis un poco de nosotros, ¿no?”, “¡Mira quién ha llegado ya! ¡Pero si son los que nos dieron plantón anoche! Seguro que os lo pasasteis mejor que nosotros, cabroncetes”, y  “Chicos, por lo menos avisad de que tenéis planes de dos, que las risas que nos podríamos haber echado interrumpiendo vuestra preciosa velada hubieran sido inolvidables” fueron las frases que más resaltaron acerca de la noche anterior. Cada vez que alguien pronunciaba alguna, Ismael y Salomé se miraban y reían, y alguno de los dos respondía con ingenio. El desayuno de fin de estancia transcurrió sin mayor novedad. Mismos papeles en el servicio, misma variedad de alimentos y misma cantidad en los estómagos: había que aprovechar y gastar todo lo que quedaba. Cuando todo estuvo fregado y recogido, regresaron todos a las habitaciones a recoger las maletas. En ese momento, Salomé decidió resolver una pequeña duda que se le había planteado.
-          -Ismael, ¿qué va a ser de nosotros?
-          -¿A qué te refieres?
-          -Me refiero a qué vamos a hacer a partir de ahora, qué es lo que hay entre nosotros.-entonces, Ismael paró de recoger y la miró. Al percatarse, Salomé lo imitó, y escuchó atenta su respuesta.
-          -Mira, yo eso te dejo que lo decidas tú. A mí lo único que me importa es lo que siento por ti, y lo que ahora sé que sientes por mí. Yo solo quiero estar contigo, en secreto o en público, con formalidad o sin ella. Con el resto, o a solas. Solo quiero estar a tu lado, y que tú seas feliz así.
-          -Sabes que yo quiero lo mismo, y que, ahora que hemos empezado, no quiero que esto termine nunca. Pero tampoco quiero precipitarme y forzar a que todo vaya deprisa. Simplemente quiero ver que avanzamos juntos y que no nos separamos. Y con el verano, ¿qué vamos a hacer?
-         - No hay prisa ninguna. Si así lo preferimos, así será. Lento, disfrutando de cada uno de nuestros instantes. Ya habrá tiempo de hacerlo oficial. Respecto al verano, por mí no hay problema. Poco me voy a mover, y, aunque lo haga, no se me ocurrirá otra cosa que pensar en ti mientras tanto.
-          -Entonces genial. Yo tampoco creo que viaje mucho después de lo que ha pasado, así que nos separaremos poco. Joder, Ismael, contigo es todo tan fácil…
-          -No es que sea fácil conmigo, es que nada es difícil si tú estás conmigo.-otra vez la había conquistado con sus palabras. Ella lo abrazó con fuerza, y él hizo lo mismo. Más que amigos, más que una pareja, eran el apoyo, la mayor fuente de esperanza el uno para el otro.

Dejaron el cuarto como nuevo. Cuando cerraron la puerta por última vez, pusieron el broche final a una de las mejores experiencias del año, al inicio de algo impensable tiempo atrás, pero inevitable al fin y al cabo.

domingo, 4 de enero de 2015

Capítulo 22 (2)

Ismael no supo qué hacer. No se lo esperaba, no podía creer lo que estaba pasando. La chica de sus fantasías lo quería, lo quería de verdad. A través de la mirada se lo preguntó, y ella parpadeó, asintiendo. Entonces él dejó de contenerse, e hizo lo que hace tanto deseaba hacer. La besó fuerte, muy fuerte, presionándola contra sí mismo, no dejando que un mínimo de aire separase sus cuerpos. Inspiró fuerte y la cogió en brazos, como a las princesas, como a la princesa que era para él. Sin separarse en ningún momento de aquel beso, la llevó suave pero rápidamente hasta la cama. De la manera más delicada posible, la dejó caer, suave como una frágil muñeca de porcelana, mientras ella mantenía su mirada relajada, confiada, donde se podía ver reflejada la superación, la valentía, y una nueva esperanza.
Apoyándose sobre manos y rodillas, Ismael la cubrió. Antes de seguir, tenía que estar totalmente en lo cierto, por lo que preguntó:
-         -¿Estás segura? No quiero hacerte daño, no soy como ese cabrón, solo quiero que te sientas bien.
-          -Estoy completamente segura. Esto es lo que quiero.
Al oír aquella respuesta, Ismael dejó caer su cuerpo sobre ella, volviendo a sentir los latidos de su corazón. Besos suaves, y atentos cubrían todo su cuerpo, mientras que ella se desabrochaba los botones de la camisa. Una vez la tuvo fuera, era el turno de él. Se incorporó y con un ágil movimiento se deshizo de su camiseta. Piel con piel, no perdieron el ritmo. Las manos de Ismael se escondían entre el colchón y la espalda de Salomé, buscando entre caricias los enganches del sujetador. Lo encontraron, y lo consiguieron abrir. Con un lento movimiento, ambas manos acompañaron a los tirantes hasta atravesar todos los brazos de ella, y dejándolo caer, descubriendo lo que hasta ahora había estado siempre oculto. Contemplar tal escena y ser consciente de lo que estaba viviendo llevó a Ismael a detenerse unos segundos y tener que respirar hondo. Estaba paralizado, y Salomé se dio cuenta. Ella acarició su cuello, llegó hasta la nuca, y, mostrando una sonrisa de confianza, lo llevó hasta sus labios, besándolo profundamente. Él comprendió en ese momento que todo estaba bien, y no se detuvo ni un momento más. Tras pelear contra botones y cremalleras, se deshizo del resto de las prendas que le impedían descubrirla enteramente, haciendo él lo mismo a continuación. Nada impedía ahora el contacto piel con piel, el sentir hasta el último poro, el último rincón de lo que se estaba convirtiendo en un solo cuerpo. 
Llegó la hora. Pocos preliminares hicieron falta, los dos estaban completamente dispuestos y entregados. Confiaban el uno en el otro, y no necesitaban nada más. Lo hicieron, la unión se realizó por completo. Ocurrió de manera suave, natural, preciosa. El único sonido que invadía la escena era el de sus aceleradas y excitadas respiraciones, que disfrutaban de lo que les estaba sucediendo. Hubo momentos más fuertes e intensos, leves gemidos, pero sin dejar apenas de besarse o acariciarse con los labios, de agarrarse con fuerza, con pasión. Se estaban entregando completamente, sin dejar una parte de sí sin ofrecer, y recibiendo mucho más que placer.
Ismael, agachó la cabeza, y cesó su movimiento. Ya estaba agotado, y había dado todo lo que podía. Salomé estaba también muy cansada; este había sido el mejor modo posible de gastar sus energías. Una intensa inspiración simultánea inició la separación. Ismael se echó a su lado, y ambos se relajaron. Tras más caricias, más besos y varias sonrisas y mimos, ambos cayeron rendidos en un largo y confortable sueño. Dormían, abrazados, rendidos ante lo que ahora era más que su aliado o aliada. Ismael la sostenía contra él, no dejando escapar a la responsable de que fuese el hombre más feliz del mundo.
Mientras, los demás esperaban impacientes en la cocina. Estaban todos menos ellos dos. Tras quejas e intentos de golpear la puerta de su habitación, decidieron comenzar sin ellos. Mientras comían, Sara y Laura hablaban de aquella sospechosa impuntualidad en la cena.
-          -A mí me da que estos dos… después de lo de esta tarde…
-          -No hace falta ser un gran detective para olerse eso, Laura, jajajaja.
-          -Ya, mujer, si seguramente aquí todos lo pensemos, pero nadie se atreve a soltar prenda… ¿a ti no te molesta?
-          -¿A mí? ¿Por qué me tendría que molestar?
-          -Ay, no sé, como estuviste con él a principio de curso, pensé que lo mismo todavía te quedaba algo por él.
-          -No, qué va. Si me lo llevaba diciendo ya mucho tiempo, hasta me alegro por él.
-          -¿Cómo? ¿Qué te llevaba diciendo qué?
-          -Espera, ven, que esto te lo tengo que contar en privado.
Laura y Sara se fueron al cuarto de baño, y allí comenzaron las aclaraciones.
-          -Un par de noches después de nuestro primer beso, Ismael me llamó para quedar y darme explicaciones. Tras pedirme perdón por dejarse llevar y causarme falsas esperanzas, me confesó que por quien de verdad él sentía algo no era por mí, sino por ella, por Salomé. Al principio reaccioné mal, pero cuando me explicó que no le había dicho nada porque la veía muy contenta con Diego y había preferido intentar olvidarla, comprendí lo que sentía, e incluso le apoyé y ayudé en lo que pude. Él prefería verla feliz con Diego antes que sentirse bien él mismo. Por eso le jodió tanto cuando se enteró de que por culpa de ese gilipollas ella estaba tan mal. A mí por entonces me gustaba mucho, pero ya el sentimiento fue remitiendo, y me convertí en su confesora y psicóloga. Estuvimos quedando varias semanas más, pero para hablar sobre lo suyo. Para evitar tener que dar explicaciones, seguimos con el cuento de nuestra relación, y prometimos guardar silencio. Supongo que ya que está todo hecho, puedo romper la promesa, jajajaja.
-          -Dios tía, ni me lo imaginaba. En verdad me temía que él estaba un poco pillado por Salomé, e incluso un día se lo comenté a ella, pero vamos, ni por asomo me llegaba a pensar esto. Si lo piensas, es todo un caballero. A mí por lo menos, me encanta. Lo que ha hecho por ella… yo creo que ninguno más lo haría por nadie.
-          -Llevas toda la razón… Salomé ha sido muy afortunada en ese sentido. Ojalá y encuentre yo a alguien igual.

-          -Y yo. La verdad es que se lo merece.

Capítulo 22 (1)

El camino de vuelta se hizo eterno, pero al final llegaron a tiempo. Acababa de ponerse el sol, y la cena empezaba a apetecer. Cuando llegaron a sus habitaciones se dieron un tiempo para ducharse y ordenar el cuarto; tendrían que estar listos en, aproximadamente, una hora.
-          -Uf, estoy agotada tío, esto del campo cansa un montón. – decía salome tras tirarse de espaldas sobre la cama.
-          -La verdad es que sí, no me esperaba estar tan agotado. Bueno, si te digo la verdad, no me esperaba para nada un día así.
-          -Tampoco te creas que estaba entre mis ideas. Si tendrán razón y todo los que dicen que los planes improvisados son los mejores.- no había terminado la frase cuando Ismael se echó a su lado, y ella se acercó suavemente, rodeando su cadera con una de sus piernas, y se incorporó sobre él. Beso tras beso, recorrió todo su pecho, y al llegar a los labios, susurró- y tú eres el mejor plan que he tenido nunca.
Cuando Ismael intentó responder, ella se levantó rápidamente: habían quedado en media hora, y ella no era precisamente rápida con el champú. Se tuvo que quedar con la palabra en la boca, pero no importaba: verla moverse, sonreír y tropezar torpemente sobre sus pasos era una imagen que le hacía quedarse sin palabras.
Mientras estaba en el baño, Ismael decidió organizar el pequeño caos que habían causado. Recogió las mochilas, ordenó la ropa y alisó la colcha. Cuando se disponía a doblar un par de camisetas, la cabeza de Salomé asomó por la puerta del baño.
-          -Esto… se me ha olvidado el gel en casa, ¿puedo coger el tuyo?
-          -Pero mira que eres boba, ¡por supuesto! Espera, que te digo dónde está.
Entró en el baño y sacó el gel de su bolsa de aseo. Al dárselo, vio que tenía una pequeña herida en la muñeca.
-          -¿Qué es esto que tienes aquí?
-          -¿Esto? Ah, nada, las ramas, que pinchan un montón.- antes de empezar a hablar ya había retirado la mano y se había cubierto la muñeca. Ismael pudo notar su alteración hasta en su voz.
-          .-Ya sabes de sobra que tus mentiras no me sirven, sabes que huelo cuando me ocultas algo a kilómetros, y lo estás haciendo ahora mismo.
-          -Que no, Ismael… que esto ha sido hoy… - su mirada le intimidaba, y se rindió- vale, lo siento, es que no aguantaba lo que me estaba pasando, y pensaba que lo mejor era dejar de existir antes de existir para seguir sufriendo.
Le enseñó la muñeca de nuevo, esta vez con claridad. La herida era un corte, perfectamente trazado sobre las venas principales.  En su interior, ella sabía que tendría que decírselo tarde o temprano, y lo estaba deseando. Al haber llegado el momento, se desplomó, y no supo oponer resistencia. Como aquella vez en la puerta de su casa, un llanto que por dentro le desgarraba salió al exterior. Ismael la abrazó con fuerza, apretándola contra su pecho. Ella buscó refugio entre sus brazos, y descargó todo lo que le corroía.
-          -Tranquila preciosa, esto solo forma parte del pasado. Ya está casi superado, y ahora comprendes que fallar el intento fue lo mejor que pudiste hacer, que la vida sigue y de todo se sale. Y yo estuve, estoy, y estaré ahí para verlo y alcanzar tus logros juntos, a la vez que superemos todo lo que nos pueda venir encima. Tienes mi media mitad dentro de ti, y te necesito. Por nada del mundo voy a dejar que nada ni nadie te haga daño. Salomé, si te quitas la vida, me la estás quitando a mí.
 Le acarició suavemente la mejilla, secándole las lágrimas y apartándole el pelo que le impedía ver su rostro. Ella levantó la mirada, conectándola con la suya. El brillo que desprendían ambas podía iluminar hasta la esquina más oscura. Una pausa en el mundo en el que se movían, donde todo desapareció. Salomé no era capaz de articular palabra, los sollozos e Ismael le cortaban hasta la respiración. Unos segundos después consiguió que su cuerpo respondiera de aquella profunda parada:

-          -Te quiero

lunes, 29 de diciembre de 2014

Capítulo 21

Hora del almuerzo. Habían desayunado como reyes, pero habían quemado toda la energía en el agua, y estaban hambrientos.  Esta vez no eran simples bocadillos, no eran simples ensaladas o chorizos: el suelo se empezó a llenar de fiambreras y envoltorios, los cubiertos volaban para ser repartidos, y las toallas se extendían a modo de mantel. La comida comunitaria estaba servida. De allí saldrían todos con un par de kilitos más.
Tras negarse a comer un solo bocado más, Jorge se encargó de inaugurar la competición oficial de aquel sábado: carrera a los hombros. Las parejas de habitación tenían que formar una torre humana, subiéndose un miembro de esta sobre los hombros del otro. El primero que atravesase el lago se coronaba pareja real del fin de semana. Salomé e Ismael se organizaron rápidamente: él soportaría su peso perfectamente. Ya la había sostenido en momentos de verdaderas caídas, por lo que esto no supondría ningún problema. Una vez que Laura simuló el pistoletazo de salida, las parejas comenzaron a correr. Algunos apenas duraron los primeros instantes, no estaban bien distribuidas y cayeron al agua. La verdadera competición acabo desarrollándose entre las mixtas, las más equilibradas. Cuando parecía todo decidido, los últimos segundos dieron la vuelta a las apuestas: Ismael, quien iba perdiendo con bastante desventaja, sacó fuerzas de flaqueza, se impulsó con la mayor potencia que pudo y cruzó la línea de meta en primer lugar.
El novato y su compañera habían ganado. Todos saltaban y vitoreaban ruidosos. Incluso los vencidos rieron y animaron a los ganadores. Fue entonces cuando, entre el bullicio y los aplausos, Ismael se llevó el verdadero premio: Salomé, sin pensárselo dos veces y con movimientos rápidos, lo agarró del cuello y, con un gran impulso, saltó a su cadera. Mientras que Ismael reaccionaba sujetándola con ambas manos, no le dio tiempo a actuar ante lo que le ocurrió: mientras le acariciaba el pelo, Salomé cerró los ojos y lo besó. Un beso rápido, algo brusco al principio, inesperado, pero más que deseado. Ya no podía pedir más. Era suya al fin. Cuando pudo darse cuenta de lo que estaba viviendo, todo se intensificó. Él la estaba presionando contra sí con fuerza, mientras que ella cada vez sentía sus latidos más próximos a su pecho. Ambos disfrutaban de lo que tanto ansiaban: se necesitaban, y ya era hora de terminar con aquella estúpida distancia entre ellos y sus sentimientos.
No llevó mucho tiempo, pero si el suficiente como para que, cuando se abrazaron y Salomé volvió a tocar tierra, el resto de la pandilla estuviera atónita, sin palabras y totalmente paralizados.
-          -¡Si es que lo sabía! ¡Sabía que esto tenía que pasar! ¡Estabais destinados, chavales!- Laura, siempre tan discreta, hizo que todos clamasen a sus palabras y empezaran a aplaudir. Sin saber exactamente cómo, Ismael sentía en que habían adivinado lo que de verdad él había luchado por esto, y que su verdadero premio lo estaba sosteniendo entre sus brazos.
El resto del día no pudo ir mejor. Más carreras de revancha, paseos por los alrededores y bromas los mantuvieron ocupados, a todo el grupo menos a los protagonistas del día. Ellos vivían en un mundo completamente a parte. Pasaron toda la tarde entre caricias, besos, abrazos, y algunas conversaciones.
-          -Si es que fui tonta, y ni siquiera supe interpretar lo que realmente quería.
-          -Tranquila, es normal. Todo lo que has pasado deja paralizado a cualquiera. Además, no tenías por qué sentir nada por mí, así que no hay nada de lo que lamentarse.
-          -Tú tampoco tenías por qué ver nada en mí… después de demostrarte lo débil que puedo ser, las cagadas que puedo llegar a cometer… ¿por qué yo, Ismael?
-          - ¿De verdad me estás haciendo esta pregunta? Eres sin duda la mejor chica con la que me he podido encontrar nunca. Dejando aparte el físico, cosa de la que no tengo nada que despreciar, tienes una personalidad que… no sé, me encanta. Ves todo de otra manera, conviertes los problemas de los demás en algo simple, apoyando en todo lo que puedes. Luchas por lo que quieres y, aunque a veces te cueste, continúas sin descanso. Nada más que la forma en la que me recibiste y te abriste a mí me llegó. Me haces sentir especial, y eso que la especial aquí eres tú. En fin, todo lo que tiene que ver contigo… me enam… - antes de poder terminar la frase, Salomé lo cortó con un beso, en el que se podía palpar la auténtica e intensa sonrisa que brotaba de sus labios.
-          -Tú sí que eres especial, Ismael. Nunca había hecho nada por ti, y ya estabas ofreciéndome tu ayuda para todo. A mí y a los demás. Aunque en algunos momentos quise dejarte aparte de todo, siempre he contado contigo y con tu ayuda, porque sabía que ibas a estar ahí. Eres el chico con los perfectos y desperfectos que siempre me había imaginado. Pero te veía demasiado para mí, y tenía miedo de que esto no acabase bien.
-         - Pues nunca más digas eso, porque soy incluso demasiado poco para lo que te mereces, y voy a ser tuyo para siempre.- Ismael la envolvió con sus brazos, haciéndole sentir protegida de cualquier peligro y, una vez que pudieron sentir la más profunda respiración del otro, la besó una vez más. El beso más sincero, más destapado, pero a la vez firme, que podría haberle dado jamás.

Ya era tarde. Estaba a punto de anochecer y el cansancio empezaba a notarse, era hora de volver a la casa. 

Capítulo 20

Unas siete horas después sonó el despertador. En media hora tenían que estar vestidos en la pequeña cocina de la casa. Solo Salomé lo oyó, por lo que aprovechó para levantar a Ismael de una manera algo especial. Llenó la botella de agua fría, levantó el cuello de la camiseta y empezó a volcarla. Para cuando Ismael reaccionó, ya estaba completamente empapado.
-          -¡Pero qué haces, sinvergüenza! ¡Te vas a enterar!- tras perseguirla por toda la habitación entre risas, la atrapó y se la cargó al hombro; tirándola a la cama dijo- ¡marchando una de cosquillas para la señorita!
Ismael se tiró a su lado y empezó a hacerle cosquillas por todo el cuerpo. Salomé se retorcía de mil maneras, y ya estaba llorando de tanto reír. Solo tenía fuerzas entre carcajada y carcajada para soltar un “¡Para Ismael, para!”. Ya, cuando ambos se cansaron y miraron lo tarde que se les había hecho, dieron por terminado el combate y se cambiaron de ropa. No podían haber tenido una mejor manera de comenzar lo que iba a ser un fantástico día.
Aunque se dieron la mayor prisa posible, llegaron los últimos a la cocina. Como era de esperar, eso causó revuelo y comentarios sobre un posible romance, pero su reacción de seriedad hizo que los susurros se apagaran antes de lo normal.
Los que tenían más habilidad con los fuegos se encargaban de los huevos fritos y el beicon, ya que a más de uno le apetecía un desayuno típicamente inglés. Otros, mientras, metían rodajas de pan en la tostadora y untaban la mantequilla y mermelada. Al mismo tiempo, había quien se ocupaba del café y la leche caliente. Los que quedaban ponían la mesa. Una vez todo servido empezó el festín, del que nadie salió con hambre. Con el estómago más que lleno, cargaron las mochilas con bañadores y toallas y salieron en la excursión que se había planeado: iban a pasar el día en un lago que había por los alrededores.
-          -Chicos, esto está más lejos de lo que pensaba.
-          -Qué quejica eres, de verdad, ¡si está aquí al lado!
-          -Venga, sin peleas, por favor… ¡Mirad! ¡Ya hemos llegado!
Tras atravesar un par de arbustos que tapaban las vistas, se abrió ante ellos aquel maravilloso lugar: un enorme lago natural bañaba un suave terreno arenoso, mientras que grandes árboles daban sombra a la pared de piedra de la que caía una cascada débil pero continua, que alimentaba todo aquel paisaje. Nadie podía decir lo contrario, quedaron totalmente conquistados ante lo que acababan de descubrir. Tras el grito de: “¡El último friega esta noche!”, todas las mochilas se dejaron caer al suelo, junto con toda la ropa, que quedó amontonada en uno de los rincones. Corrieron hacia el agua como si les fuera la vida en ello, sin ningún tipo de complejo o vergüenza por descubrirse ante los demás. Estaban en familia, y lo físico no importaba lo más mínimo.

Salpicones, ahogadillas, carreras y acrobacias acuáticas reinaban aquella mañana. En ese momento fue cuando todos cayeron en la cuenta. Miraban a Salomé, y a más de uno se le encogió el corazón de la emoción. El peor año había sido el suyo con diferencia. Pero, aun habiendo atravesado muerte de familiares, falsas relaciones amorosas y adicciones, allí estaba ella, dando lo mejor que tenía, haciendo relucir su sonrisa minuto a minuto, pisoteando el oscuro pasado, que ya parecía haber dejado atrás.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Capítulo 19 (2)

 Las primeras historias tuvieron éxito, y el miedo se veía en la cara de todos. Fantasmas, exorcismos, sangre, asesinatos, llamadas desconocidas y voces extrañas fueron los temas principales. Pero, tras un tiempo con el corazón encogido, estas historias comenzaron a dejar de surtir efecto.
-          -Buah, chicos, a mí ya esto no me asusta, me he inmunizado para el resto de la noche.
-          -Me pasa igual. Venga va, vamos a hacer otra cosa.
-          -Chicos, ya es tarde, deberíamos ir recogiendo…- interrumpió Ismael, porque se olía lo que venía a continuación.
-          -No no no, de ninguna manera, de aquí no nos vamos hasta que el novato nos dé el discurso de agradecimiento por la acogida – por mucho que lo evitase, no se iba a librar de esto.
-          -¡Eso, eso! Cuando termines nos vamos, pero hasta entonces nadie mueve el culo de aquí.- todos se apiñaron y fijaron la mirada en Ismael.
-          -Bueno, parece ser que no me libro… en fin, empezaré sin más dilación. – Ismael empezó a relatar- Qué otra cosa os puedo decir que no sea gracias. Os habéis portado conmigo como yo jamás me había portado con nadie. Me acogisteis desde el primer momento, sin importaros de dónde venía o quién era yo realmente. Eso es algo que nunca podré olvidar. Ya estáis todos, absolutamente todos, en mi corazón. No os cambiaría por nada. Mirad que solo llevamos un año juntos, pero, ¿y la cantidad de momentos geniales que hemos pasado? Supongo que vosotros estaréis más que acostumbrados, pero, para alguien que se pasa la vida moviéndose de un lado para otro, esto es algo que solo ocurre en lugares especiales, con gente especial. Me hacéis sentir como si hubiese nacido entre vosotros, como si no hubiera malgastado el tiempo en otros lugares, como si fuera uno más de lo que yo considero una familia. No sé que más rollo soltar, lo que de verdad siento es como que… no sé, no encuentro palabras. Gracias por todo, de verdad.
Tras terminar de hablar, Ismael pudo darse cuenta de la reacción de los demás. Todos estaban en silencio absoluto, sin poder dejar de mirarle, con lágrimas en los ojos, algunas incluso secándose las que se habían escapado y caían por sus caras. Tras unos incómodos segundos, se miraron unos a otros y corrieron a abrazarle. Entonces, Salomé gritó: “¡a mantear al novato!” y se desató el caos. Pese a que oponía una fuerte resistencia, no pudo evitarlo. Ismael voló por los aires, al son el grito de “¡Viva el novato, bienvenido a la familia!”
Cuando ya por fin pararon las risas, los saltos y los abrazos, todos empezaron a recoger. Ismael, con el corazón encogido, cruzó la mirada con Salomé, y se acercó a ella.
-          -Gracias, de verdad.- con una amplia sonrisa y un brillo especial en los ojos, el mismo que aquella tarde en su casa después de él ofrecerse como su salvación, Salomé le cogió las manos y respiró fuerte y tranquila.
-          -Gracias a ti, por esto, por todos, y por todo.
Se miraron fijamente durante varios segundos. El mundo se había parado. Solo existían él y ella. Nadie a su alrededor, nada en lo que pensar, solo dos miradas entrelazándose y apoyándose una en la otra. Se estaban diciendo tantas cosas que es imposible describirlas con palabras. Estaban ahí el uno para el otro, entonces y para siempre. Aunque moriría por un beso en aquel instante, Ismael, fue el primero que retiró suavemente sus manos y se despidió de aquel inolvidable momento con una sonrisa.
Terminaron de limpiar el sitio, dejándolo hasta reluciente. Efectivamente, ya era bastante tarde, por lo que el paso de la vuelta fue más rápido. Enseguida estuvieron en la casa de regreso. Tras despedirse todos y desearse una buena noche, cada uno se fue para su cuarto.
-          -Joder, qué bien ha empezado el finde, ¿no? – le dijo Salomé a Ismael.
-          -Ni que lo digas, excepto el momento de vergüenza, todo ha sido genial.
-          -Qué dices, bobo. Si ha sido precioso todo lo que has dicho, de verdad. A mí por lo menos me ha encantado.
-          -Jajajaja, gracias gracias, es que así en frío no se me ocurría nada mejor.
-          -Anda, a callar ya y a la cama, que mañana nos espera un día largo.
-          -Buenas noches, Salomé.
-          -Buenas noches, Ismael.
Desde su respectivo lado de la cama, apagaron la luz y cayeron rendidos al instante. Esa noche no soñarían nada: todo lo vivido ya era un sueño para ellos.