El
camino de vuelta se hizo eterno, pero al final llegaron a tiempo. Acababa de
ponerse el sol, y la cena empezaba a apetecer. Cuando llegaron a sus
habitaciones se dieron un tiempo para ducharse y ordenar el cuarto; tendrían
que estar listos en, aproximadamente, una hora.
- -Uf,
estoy agotada tío, esto del campo cansa un montón. – decía salome tras tirarse
de espaldas sobre la cama.
- -La
verdad es que sí, no me esperaba estar tan agotado. Bueno, si te digo la
verdad, no me esperaba para nada un día así.
- -Tampoco te creas que estaba entre mis ideas. Si tendrán razón y todo los que dicen
que los planes improvisados son los mejores.- no había terminado la frase
cuando Ismael se echó a su lado, y ella se acercó suavemente, rodeando su
cadera con una de sus piernas, y se incorporó sobre él. Beso tras beso,
recorrió todo su pecho, y al llegar a los labios, susurró- y tú eres el mejor
plan que he tenido nunca.
Cuando
Ismael intentó responder, ella se levantó rápidamente: habían quedado en media
hora, y ella no era precisamente rápida con el champú. Se tuvo que quedar con
la palabra en la boca, pero no importaba: verla moverse, sonreír y tropezar
torpemente sobre sus pasos era una imagen que le hacía quedarse sin palabras.
Mientras
estaba en el baño, Ismael decidió organizar el pequeño caos que habían causado.
Recogió las mochilas, ordenó la ropa y alisó la colcha. Cuando se disponía a
doblar un par de camisetas, la cabeza de Salomé asomó por la puerta del baño.
- -Esto…
se me ha olvidado el gel en casa, ¿puedo coger el tuyo?
- -Pero
mira que eres boba, ¡por supuesto! Espera, que te digo dónde está.
Entró en
el baño y sacó el gel de su bolsa de aseo. Al dárselo, vio que tenía una
pequeña herida en la muñeca.
- -¿Qué
es esto que tienes aquí?
- -¿Esto?
Ah, nada, las ramas, que pinchan un montón.- antes de empezar a hablar ya había
retirado la mano y se había cubierto la muñeca. Ismael pudo notar su alteración
hasta en su voz.
- .-Ya
sabes de sobra que tus mentiras no me sirven, sabes que huelo cuando me ocultas
algo a kilómetros, y lo estás haciendo ahora mismo.
- -Que
no, Ismael… que esto ha sido hoy… - su mirada le intimidaba, y se rindió- vale,
lo siento, es que no aguantaba lo que me estaba pasando, y pensaba que lo mejor
era dejar de existir antes de existir para seguir sufriendo.
Le
enseñó la muñeca de nuevo, esta vez con claridad. La herida era un corte,
perfectamente trazado sobre las venas principales. En su interior, ella sabía que tendría que
decírselo tarde o temprano, y lo estaba deseando. Al haber llegado el momento,
se desplomó, y no supo oponer resistencia. Como aquella vez en la puerta de su
casa, un llanto que por dentro le desgarraba salió al exterior. Ismael la
abrazó con fuerza, apretándola contra su pecho. Ella buscó refugio entre sus
brazos, y descargó todo lo que le corroía.
- -Tranquila
preciosa, esto solo forma parte del pasado. Ya está casi superado, y ahora
comprendes que fallar el intento fue lo mejor que pudiste hacer, que la vida
sigue y de todo se sale. Y yo estuve, estoy, y estaré ahí para verlo y alcanzar
tus logros juntos, a la vez que superemos todo lo que nos pueda venir encima.
Tienes mi media mitad dentro de ti, y te necesito. Por nada del mundo voy a
dejar que nada ni nadie te haga daño. Salomé, si te quitas la vida, me la estás
quitando a mí.
Le acarició suavemente la mejilla, secándole
las lágrimas y apartándole el pelo que le impedía ver su rostro. Ella levantó
la mirada, conectándola con la suya. El brillo que desprendían ambas podía
iluminar hasta la esquina más oscura. Una pausa en el mundo en el que se
movían, donde todo desapareció. Salomé no era capaz de articular palabra, los
sollozos e Ismael le cortaban hasta la respiración. Unos segundos después
consiguió que su cuerpo respondiera de aquella profunda parada:
- -Te
quiero
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