domingo, 4 de enero de 2015

Capítulo 22 (2)

Ismael no supo qué hacer. No se lo esperaba, no podía creer lo que estaba pasando. La chica de sus fantasías lo quería, lo quería de verdad. A través de la mirada se lo preguntó, y ella parpadeó, asintiendo. Entonces él dejó de contenerse, e hizo lo que hace tanto deseaba hacer. La besó fuerte, muy fuerte, presionándola contra sí mismo, no dejando que un mínimo de aire separase sus cuerpos. Inspiró fuerte y la cogió en brazos, como a las princesas, como a la princesa que era para él. Sin separarse en ningún momento de aquel beso, la llevó suave pero rápidamente hasta la cama. De la manera más delicada posible, la dejó caer, suave como una frágil muñeca de porcelana, mientras ella mantenía su mirada relajada, confiada, donde se podía ver reflejada la superación, la valentía, y una nueva esperanza.
Apoyándose sobre manos y rodillas, Ismael la cubrió. Antes de seguir, tenía que estar totalmente en lo cierto, por lo que preguntó:
-         -¿Estás segura? No quiero hacerte daño, no soy como ese cabrón, solo quiero que te sientas bien.
-          -Estoy completamente segura. Esto es lo que quiero.
Al oír aquella respuesta, Ismael dejó caer su cuerpo sobre ella, volviendo a sentir los latidos de su corazón. Besos suaves, y atentos cubrían todo su cuerpo, mientras que ella se desabrochaba los botones de la camisa. Una vez la tuvo fuera, era el turno de él. Se incorporó y con un ágil movimiento se deshizo de su camiseta. Piel con piel, no perdieron el ritmo. Las manos de Ismael se escondían entre el colchón y la espalda de Salomé, buscando entre caricias los enganches del sujetador. Lo encontraron, y lo consiguieron abrir. Con un lento movimiento, ambas manos acompañaron a los tirantes hasta atravesar todos los brazos de ella, y dejándolo caer, descubriendo lo que hasta ahora había estado siempre oculto. Contemplar tal escena y ser consciente de lo que estaba viviendo llevó a Ismael a detenerse unos segundos y tener que respirar hondo. Estaba paralizado, y Salomé se dio cuenta. Ella acarició su cuello, llegó hasta la nuca, y, mostrando una sonrisa de confianza, lo llevó hasta sus labios, besándolo profundamente. Él comprendió en ese momento que todo estaba bien, y no se detuvo ni un momento más. Tras pelear contra botones y cremalleras, se deshizo del resto de las prendas que le impedían descubrirla enteramente, haciendo él lo mismo a continuación. Nada impedía ahora el contacto piel con piel, el sentir hasta el último poro, el último rincón de lo que se estaba convirtiendo en un solo cuerpo. 
Llegó la hora. Pocos preliminares hicieron falta, los dos estaban completamente dispuestos y entregados. Confiaban el uno en el otro, y no necesitaban nada más. Lo hicieron, la unión se realizó por completo. Ocurrió de manera suave, natural, preciosa. El único sonido que invadía la escena era el de sus aceleradas y excitadas respiraciones, que disfrutaban de lo que les estaba sucediendo. Hubo momentos más fuertes e intensos, leves gemidos, pero sin dejar apenas de besarse o acariciarse con los labios, de agarrarse con fuerza, con pasión. Se estaban entregando completamente, sin dejar una parte de sí sin ofrecer, y recibiendo mucho más que placer.
Ismael, agachó la cabeza, y cesó su movimiento. Ya estaba agotado, y había dado todo lo que podía. Salomé estaba también muy cansada; este había sido el mejor modo posible de gastar sus energías. Una intensa inspiración simultánea inició la separación. Ismael se echó a su lado, y ambos se relajaron. Tras más caricias, más besos y varias sonrisas y mimos, ambos cayeron rendidos en un largo y confortable sueño. Dormían, abrazados, rendidos ante lo que ahora era más que su aliado o aliada. Ismael la sostenía contra él, no dejando escapar a la responsable de que fuese el hombre más feliz del mundo.
Mientras, los demás esperaban impacientes en la cocina. Estaban todos menos ellos dos. Tras quejas e intentos de golpear la puerta de su habitación, decidieron comenzar sin ellos. Mientras comían, Sara y Laura hablaban de aquella sospechosa impuntualidad en la cena.
-          -A mí me da que estos dos… después de lo de esta tarde…
-          -No hace falta ser un gran detective para olerse eso, Laura, jajajaja.
-          -Ya, mujer, si seguramente aquí todos lo pensemos, pero nadie se atreve a soltar prenda… ¿a ti no te molesta?
-          -¿A mí? ¿Por qué me tendría que molestar?
-          -Ay, no sé, como estuviste con él a principio de curso, pensé que lo mismo todavía te quedaba algo por él.
-          -No, qué va. Si me lo llevaba diciendo ya mucho tiempo, hasta me alegro por él.
-          -¿Cómo? ¿Qué te llevaba diciendo qué?
-          -Espera, ven, que esto te lo tengo que contar en privado.
Laura y Sara se fueron al cuarto de baño, y allí comenzaron las aclaraciones.
-          -Un par de noches después de nuestro primer beso, Ismael me llamó para quedar y darme explicaciones. Tras pedirme perdón por dejarse llevar y causarme falsas esperanzas, me confesó que por quien de verdad él sentía algo no era por mí, sino por ella, por Salomé. Al principio reaccioné mal, pero cuando me explicó que no le había dicho nada porque la veía muy contenta con Diego y había preferido intentar olvidarla, comprendí lo que sentía, e incluso le apoyé y ayudé en lo que pude. Él prefería verla feliz con Diego antes que sentirse bien él mismo. Por eso le jodió tanto cuando se enteró de que por culpa de ese gilipollas ella estaba tan mal. A mí por entonces me gustaba mucho, pero ya el sentimiento fue remitiendo, y me convertí en su confesora y psicóloga. Estuvimos quedando varias semanas más, pero para hablar sobre lo suyo. Para evitar tener que dar explicaciones, seguimos con el cuento de nuestra relación, y prometimos guardar silencio. Supongo que ya que está todo hecho, puedo romper la promesa, jajajaja.
-          -Dios tía, ni me lo imaginaba. En verdad me temía que él estaba un poco pillado por Salomé, e incluso un día se lo comenté a ella, pero vamos, ni por asomo me llegaba a pensar esto. Si lo piensas, es todo un caballero. A mí por lo menos, me encanta. Lo que ha hecho por ella… yo creo que ninguno más lo haría por nadie.
-          -Llevas toda la razón… Salomé ha sido muy afortunada en ese sentido. Ojalá y encuentre yo a alguien igual.

-          -Y yo. La verdad es que se lo merece.

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