martes, 1 de julio de 2014

Capítulo 6

La música paró, se encendieron las luces, el servicio había empezado a cerrar, ya era hora de desalojar. Todos recobraron la consciencia, después de unos gestos de asombro y perplejidad, decidieron seguir a la  multitud y salir del local. Se despidieron hasta el lunes, y se alejaron. Ismael y Salomé volvían juntos en bus, ya que un taxi les iba a salir demasiado caro. Mientras que lo esperaban, iniciaron una charla.
-          -Bueno, ya terminó el coqueteo por lo visto, anda que habéis tardado.
-          -Jajajaja sí, es verdad, hemos ido rápido, más de lo que suelo ir normalmente, pero es que era la oportunidad de oro. Ahora que me han comentado que no te ha dado tiempo a echarme de menos, vamos.
-          -Cierto, me ha dado envidia, y parece que él me hubiera leído la mente. Era el momento, ¿no?
-          -Lo era, lo era.
-          -Mira, por ahí viene, saca el dinero rápido que a estas horas los conductores se alteran si les haces esperar. Recién levantados... mejor no molestarles.
El bus paró, abrió sus puertas y subieron. Iba casi vacío, por lo que no tuvieron problema con los sitios.
-          -Por cierto, que no he tenido ocasión de decírtelo. Ibas preciosa, ese vestido te queda perfecto, de verdad, pareces una princesita.
-          -¡Muchas gracias! ¿De verdad te gusta? Es nuevo de esta tarde, es de rebajas. Cuando lo compré me quedaron sin probar unos cuantos más, pero es que me dio un flechazo.
-          -Pues hiciste bien, a veces, no es necesario probar lo demás para saber que has escogido lo correcto.
-          -Cierto. Tú también ibas muy elegante. Que sepas que tu camisa es la que más me gusta, y la que más favorece. Todo un galán.
-          -Gracias mujer, pues ya sé que camisa me tengo que poner para estas ocasiones, que parece ser que triunfa.
-          -Un placer servirle de ayuda, señor ligón. Dios, los pies me están matando…
-          -Normal, si no te los has quitado en toda la noche, qué esperas, ¿dónde estaban tus planos?
-          -Pues en casa preparados en el bolso, en el perchero de los abrigos, esperando todavía a que los saque de paseo. Lo mejor es que con ellos están mi DNI y mis… no puede ser- empezó a buscar desesperadamente por donde pudo.
-          -¿Qué pasa?
-          -Las llaves, joder, las llaves, en el bolso se han quedado… ¿Y qué hago yo ahora?
-          -Llama a tus padres.
-          -No puedo, se iban a dormir pronto porque hoy querían madrugar, como les despierte me matan…
-          -Vale, no te preocupes, no pasa nada. Vente a mi casa esta noche, mis padres se han ido a dormir con mis abuelos, por lo que tengo la casa para mí. No vas a tener que dar explicaciones, por lo menos a mi familia.
-          -No, tío, no te voy a hacer eso, me quedo en un parque o algo.
-          -Sí, claro, y me voy yo a dormir tan tranquilo. Que no, que no, tú a mi casa.
-          -Muchísimas gracias Ismael, te debo una muy grande.
-          -¿Qué me vas a deber? Después de todo lo que has hecho por mí, ¿quieres seguir debiéndome? De eso nada, esto es solo una mínima parte.
-          -Bueno, dejémoslo en deuda saldada.
-          -Jajaja me parece bien. Mira, el quiosco, esta es la nuestra ¿no?
-          -Sí, sí, dale al botón.
Estaban ya en la puerta de la casa de Ismael. Se sacó las llaves del bolsillo, abrió la puerta y entraron a lo que, en principio, era oscuridad absoluta. Después de darle al interruptor y recorrer un largo pasillo, llegaron a la zona de los dormitorios, y él le hizo un tour por la zona. Tenían dos opciones: o dormía uno en el sofá y otro en la cama, o los dos juntos. Claramente, tomaron la primera opción y, después de discutir un rato sobre quién dormiría en cada sitio, Ismael cedió y Salomé se acomodó en el sofá. Se asearon un poco, se cambiaron la ropa por un pijama y una gran camiseta ancha prestada, y se dieron las buenas “noches”.
Todo fue bien al principio, pero el salón era muy grande, y a esas horas refrescaba. Por lo que sabía, las mantas estaban guardadas en los altillos, y no eran horas de ponerse a sacarlas y limpiarles el polvo, así que, después de pensárselo mil veces, decidió levantarse e ir al cuarto. Abrió la puerta, y susurró:
-          -Ismaelito, tengo un problema, me muero de frío, ¿te importa que duerma…?
-          -¿Aquí conmigo? Para nada, ven anda, métete y tápate rápido, que esto se enfría.
-          -Gracias, es que me estaba helando. ¡Uy! Qué bien se está aquí.
-          -No es tu propia cama, pero se hace lo que se puede.
-          -Tienes razón, no es mi cama, es mejor que eso.

Y, acurrucados y por fin en calor, entraron en sueño. Vaya sueño, los dos juntos, en el mismo colchón, disfrutando del calor del otro, acariciándose con leves movimientos involuntarios. Tenerla tan cerca era su deseo hecho realidad, respirar su aire, apoyarse en su cabello, cubrirla entera de un gran abrazo. Mejor no se podía estar. Por ahora, la mejor noche de su nueva vida.

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