lunes, 30 de junio de 2014

Capítulo 4

Las cinco horas de sueño exigidas transcurrieron como un suspiro, y todos despertaron en una tarde más que avanzada. Si querían volver a verse, poco tiempo tenían para avanzar en tarea, por lo que se decidió en asamblea dejar el domingo como día oficial de estudio, al menos de manera provisional. Todos pasaron una tarde relajada en casa, con la familia, de paseo o de películas. Quedaron en la puerta del pub estrella de la ciudad, ya que esa noche había una gran oferta en la barra libre. La noche pintaba interesante, por lo que los vestidos más elegantes y atrevidos de la temporada a punto de terminar tenían que salir a la luz. Salomé abrió su armario, corrió todas las perchas a un lado y a otro mil veces, pero no encontraba el modelito ideal. “Este no, este tampoco, ese otro ya me lo puse… siempre me acaba pasando lo mismo, no es justo. Mira, voy a aprovechar los descuentos que vi el otro día en la tienda de la plaza, a ver si ahí hay algo que me sirva. Necesito que alguien me acompañe, yo sola no puedo elegir… Voy a preguntar a estos a ver si hay suerte.” Y escribió la propuesta por el grupo. Parece que estaba en su momento, Laura estaba libre y no tenía nada que hacer, perfecto, en un cuarto de hora se veían en la puerta de la tienda. Se cambió, cogió una parte de sus ahorros, y salió. Ese día prefirió dar un paseo, necesitaba estirar las piernas y prepararlas para una noche de tacones intensa.
-          -¡Hola guapa! Ya me apetecía quedar contigo, que tenemos muchas cosas que contarnos.
-          -¡Hola! ¿Llevabas mucho tiempo esperando? Lo siento, es que hoy me ha dado por andar y se me había olvidado mi velocidad caracol.
-          -¡Qué va! Yo también acabo de llegar, no te preocupes. ¿Qué tal has dormido?
-          -Genial, las cinco horas del tirón, estaba agotada, ¿y tú?
-          -Jajaja igual, llevaba ya sin trasnochar unos cuantos días y hay que volver a acostumbrarse.
-          -¡Esta es la tienda! ¿A que tiene buena pinta?
-          -¡Y tanta! Mira ese en tonos azulados…
-          -Y ese en tonos flúor…
Rebuscaron entre todos los mostradores, todas las perchas y todos los estantes. Después de mirar con lupa todos los rincones, contaron las prendas seleccionadas… diez vestidos. Suerte que estaban solas en la tienda, y la dependienta les dejó pasar todo a la vez. Salomé se metió en el probador para la primera prueba. Mientras, comentaba con Laura sobre un asunto.
-          -Chica, ¿qué te parece el nuevo? ¿Es guapo eh?
-          -Jajajaja sí, supongo, no es feo la verdad.
-          -Venga Salomé, que nos conocemos, no me niegues que no te has planteado nada con él.
-          -¿Qué dices? Te prometo que no lo he pensado, solo lo veo como un amigo.
-          -Ya, ya, amigo, compañero, vecino… desde luego, problemas para quedar no tendríais.
-          -Ahí llevas razón, pero ahora mismo no me interesa.
-          -¿Ahora mismo? ¿Es que estás “ocupada” o qué?
-          -Jajajaja digamos que tengo mis trapicheos por ahí.
-          -Pues la puerta del probador no se abre hasta que no largues, niña.
-          -¡No seas así Laura! Abre ya, que me esperan nueve vestiditos más.
-          -Bueno, abro, pero que sepas que de la tienda no sales sin decirlo, a mí me lo tienes que contar. Y que sepas que es una pena, porque haríais muy buena pareja.
-          -¡Mira que bien me queda!
Se pone enfrente del espejo, sonríe y da vueltas sobre sí misma, dándole vuelo al vestido de gasa de tonos anaranjados con detalles de piedras al que había concedido el primer lugar en la larga lista.
-          -Sí, es bonito, sí, pero no me convence el color.
-          -Hummm… Tienes razón, no me pega con la piel… Vamos a por el siguiente.
    Se encerró otra vez. Reanudaron la conversación.
-          -Con que haríamos una buena pareja, ¿no?
-          -Oye que sí que pegáis un montón, os parecéis en la personalidad muchísimo, y físicamente parece que os atraéis y todo.
-          -Anda, qué exagerada que eres. Aquí quienes ya deberíais de estar juntos sois Rober y tú. ¿Por qué no te lanzas ya, tía? Se te nota a la legua.
-          -¿Tanto? Joder, y yo que pensaba que era discreta… Pues en verdad me lo estoy planeando, pero todavía me quedan varias sesiones de coqueteo antes del gran momento. ¿Se habrá dado cuenta?
-          -Ni idea, lo más seguro es que sí, ya lo conoces. Pero, si lo piensas bien, si no ha dicho nada a nadie sobre eso es porque no le importa que lo hagas… A ver si le vas a gustar tú también y estáis como tontos dando vueltas.
-          -Ojalá, buaf, es que me encanta, es tan… uff, tiene un cuerpazo, dios, ¡lo quiero!
-          -Jajaja si cuerpazo tiene, eso no te lo niego. A ver qué tal este, que tiene un color totalmente distinto.
Sale, algo menos convencida, y se enfrenta al espejo. Este es diferente, algo más recto, de menos escote, pero de colores violetas. Esta vez ni comentan; un par de muecas de disgusto son suficientes, no les convence a ninguna de las dos. Turno del tercero.
-         - Ese estilo no te favorece en absoluto, con las pedazos de curvas que tienes no deberías esconderlas, así que descarta el otro que llevabas con el mismo corte.
-          -Entendido, fuera rectitudes.
-          -Rectitudes y secretitos, me he hartado de esperar, suéltalo ya, ¡si sé que lo estas deseando! ¿Quién es el afortunado que sustituye el lugar de Ismael?
-          -Mira que eres cabezona… Me rindo, te lo digo ya… Él es…
-          -No me vengas con suspense que me conoces.
-          -Es… es… Diego, es Diego
-          -¡¿Diego?! ¡¿Nuestro Diego?! Madre mía… Es que no me lo creo, y ¿cómo ha sido?
-          -¡Oye! Que tan raro no es mujer. Pues fue él quien me llevaba tirando la caña toda la semana, y ayer por la tarde… Pues nada, surgió.
-         - Surgió, surgió, y tú no pusiste nada por tu parte, ¿verdad?
-          -A ver, tampoco es eso, a mí como que me atraía desde hace tiempo, no iba a desaprovechar la oportunidad.
-          -Pues vaya, cualquiera lo diría. ¿Alguien más lo sabe?
-          -No, solo Ismael y tú, y que no lo sepa nadie más, ¿vale?
-          -Tranquila. Con que lo sabe Ismael… ¿y qué le ha parecido? ¿No se ha molestado ni un poquitín?
-          -¡Qué va! ¿Por qué se iba a molestar? Es más, Sara tontea con él muchísimo, y él le sigue el rollo, esos acaban juntos.
-          -No, eso no puede ser, que no, que no, imposible.
-          -Sí que puede ser, y, de hecho, lo es, y me alegro un montón por ellos. Anda, deja, a ver si con este mejoramos.

Sacó a la luz el siguiente, un precioso ejemplar. Era blanco, un blanco hueso, cogido a la cintura, ajustado en la parte superior, y con caída suave y ligera, a la que iba añadida una elegante cola de sirena. La decoración con delicados encajes y sutiles transparencias en las hombreras lo convertían sin duda en el mejor de la tarde. Salomé relucía mientras saludaba como una princesa delante del espejo; a Laura le enamoró. No había más que hablar, ese iba a ser el definitivo. Da igual cómo le quedasen el resto, mejor que ese, imposible. Mientras que se lo quitaba y recogía el resto de prendas, estuvieron discutiendo sobre qué tacones eran los ideales, qué tipo de maquillaje le favorecía más, cómo se iba a arreglar el pelo. Cuando se quisieron dar cuenta, ya estaban las dos en la puerta de la tienda con el vestido en la bolsa. “Qué buena compra, encima rebajado, esta noche es la mía, ojalá le guste a Diego, e impresione a alguien más.”

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