La
música paró, se encendieron las luces, el servicio había empezado a cerrar, ya
era hora de desalojar. Todos recobraron la consciencia, después de unos gestos
de asombro y perplejidad, decidieron seguir a la multitud y salir del local. Se despidieron
hasta el lunes, y se alejaron. Ismael y Salomé volvían juntos en bus, ya que un
taxi les iba a salir demasiado caro. Mientras que lo esperaban, iniciaron una
charla.
- -Bueno,
ya terminó el coqueteo por lo visto, anda que habéis tardado.
- -Jajajaja
sí, es verdad, hemos ido rápido, más de lo que suelo ir normalmente, pero es
que era la oportunidad de oro. Ahora que me han comentado que no te ha dado
tiempo a echarme de menos, vamos.
- -Cierto,
me ha dado envidia, y parece que él me hubiera leído la mente. Era el momento,
¿no?
- -Lo
era, lo era.
- -Mira,
por ahí viene, saca el dinero rápido que a estas horas los conductores se
alteran si les haces esperar. Recién levantados... mejor no molestarles.
El bus
paró, abrió sus puertas y subieron. Iba casi vacío, por lo que no tuvieron
problema con los sitios.
- -Por
cierto, que no he tenido ocasión de decírtelo. Ibas preciosa, ese vestido te
queda perfecto, de verdad, pareces una princesita.
- -¡Muchas
gracias! ¿De verdad te gusta? Es nuevo de esta tarde, es de rebajas. Cuando lo
compré me quedaron sin probar unos cuantos más, pero es que me dio un flechazo.
- -Pues
hiciste bien, a veces, no es necesario probar lo demás para saber que has
escogido lo correcto.
- -Cierto.
Tú también ibas muy elegante. Que sepas que tu camisa es la que más me gusta, y
la que más favorece. Todo un galán.
- -Gracias
mujer, pues ya sé que camisa me tengo que poner para estas ocasiones, que
parece ser que triunfa.
- -Un
placer servirle de ayuda, señor ligón. Dios, los pies me están matando…
- -Normal,
si no te los has quitado en toda la noche, qué esperas, ¿dónde estaban tus
planos?
- -Pues
en casa preparados en el bolso, en el perchero de los abrigos, esperando
todavía a que los saque de paseo. Lo mejor es que con ellos están mi DNI y mis… no puede ser- empezó a buscar desesperadamente por donde pudo.
- -¿Qué
pasa?
- -Las
llaves, joder, las llaves, en el bolso se han quedado… ¿Y qué hago yo ahora?
- -Llama
a tus padres.
- -No
puedo, se iban a dormir pronto porque hoy querían madrugar, como les despierte
me matan…
- -Vale,
no te preocupes, no pasa nada. Vente a mi casa esta noche, mis padres se han
ido a dormir con mis abuelos, por lo que tengo la casa para mí. No vas a tener
que dar explicaciones, por lo menos a mi familia.
- -No,
tío, no te voy a hacer eso, me quedo en un parque o algo.
- -Sí,
claro, y me voy yo a dormir tan tranquilo. Que no, que no, tú a mi casa.
- -Muchísimas
gracias Ismael, te debo una muy grande.
- -¿Qué
me vas a deber? Después de todo lo que has hecho por mí, ¿quieres seguir
debiéndome? De eso nada, esto es solo una mínima parte.
- -Bueno,
dejémoslo en deuda saldada.
- -Jajaja
me parece bien. Mira, el quiosco, esta es la nuestra ¿no?
- -Sí,
sí, dale al botón.
Estaban
ya en la puerta de la casa de Ismael. Se sacó las llaves del bolsillo, abrió la
puerta y entraron a lo que, en principio, era oscuridad absoluta. Después de
darle al interruptor y recorrer un largo pasillo, llegaron a la zona de los
dormitorios, y él le hizo un tour por la zona. Tenían dos opciones: o dormía
uno en el sofá y otro en la cama, o los dos juntos. Claramente, tomaron la
primera opción y, después de discutir un rato sobre quién dormiría en cada
sitio, Ismael cedió y Salomé se acomodó en el sofá. Se asearon un poco, se
cambiaron la ropa por un pijama y una gran camiseta ancha prestada, y se dieron
las buenas “noches”.
Todo fue
bien al principio, pero el salón era muy grande, y a esas horas refrescaba. Por
lo que sabía, las mantas estaban guardadas en los altillos, y no eran horas de
ponerse a sacarlas y limpiarles el polvo, así que, después de pensárselo mil
veces, decidió levantarse e ir al cuarto. Abrió la puerta, y susurró:
- -Ismaelito,
tengo un problema, me muero de frío, ¿te importa que duerma…?
- -¿Aquí
conmigo? Para nada, ven anda, métete y tápate rápido, que esto se enfría.
- -Gracias,
es que me estaba helando. ¡Uy! Qué bien se está aquí.
- -No
es tu propia cama, pero se hace lo que se puede.
- -Tienes
razón, no es mi cama, es mejor que eso.
Y,
acurrucados y por fin en calor, entraron en sueño. Vaya sueño, los dos juntos,
en el mismo colchón, disfrutando del calor del otro, acariciándose con leves
movimientos involuntarios. Tenerla tan cerca era su deseo hecho realidad,
respirar su aire, apoyarse en su cabello, cubrirla entera de un gran abrazo.
Mejor no se podía estar. Por ahora, la mejor noche de su nueva vida.
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