Era la
quinta vez que le llamaba, le dijo que hoy iría, ¿dónde se había metido? Ismael
se inquietaba, mientras la esperaba en el quiosco de siempre. Tras quince
minutos con la moto aparcada, decidió marchar sin ella: “si no está, algún
motivo tendrá, ya lo averiguaré más tarde”. Llegó a clase y se acomodó en su
pupitre. No era igual sin ella. La silla era más incómoda, las clases, más
largas, el olor, más desagradable, y sin el consuelo de algo agradable a lo que
observar. Qué le habría pasado, por qué no cogería el teléfono, cómo es que
nadie sabía nada de ella… Era raro, muy raro. Así pasó la mañana, y a la salida
se encontró con que todo el grupo se hacía la misma pregunta.
- -Ismael,
¿sabes algo de Salomé?
- -Ni
idea… Hoy la he estado esperando como de costumbre, la he llamado mil veces,
pero no da señales de vida.
- -Mira
que es extraño… Tampoco dijo nada por whatsapp, y sabemos que ella siempre se
excusa cuando falta. ¿Le habrá pasado algo?
- -No
creo, a ver, no saquemos las cosas de quicio, la chiquilla ha faltado un día
sin avisar, nada más. Si os vais a quedar más tranquilos, esta tarde paso a
verla y os informo de la situación. – añadió Diego a la conversación.
- -Vale,
perfecto, yo te acompaño, que estoy súper preocupada.
- -No,
no, de verdad, voy yo solo, y ya aprovecho para aclarar unos asuntillos.
- -Ya,
ya, asuntillos, ¿Que te traes entre manos, gorrión?
- -Mira
que sois malpensados ¿eh? Jajajaja
- -Reconoce
que ha sonado sospechoso, tío
- -Jajajaja
bueno vale…
Entre
broma y broma, cambió la conversación de una forma radical. No estaba para
tonterías, Ismael se retiró y abandonó la pandilla sin apenas despedirse. Al final
va a resultar que Diego es un buen muchacho y todo, ya podía tranquilizarse un
poco más. Daría lo que fuera por ser él.
Unas
horas más tarde llamaron a la puerta. Cumplió lo afirmado, ahí estaba,
dispuesto a sacarla del hoyo aunque fuera solo un rato. Menos mal que lo tenía
a su lado.
- -Hola
princesa, ¿cómo te encuentras?
- -Pues
ya te puedes imaginar.
- -Sí,
lose, no me des explicaciones anda, que se que es lo último que te apetece en
estos momentos… Ya tendremos tiempo de contarnos.
- -Te
lo agradezco, de verdad, no tengo ganas ni de seguir.
- -No
se te ocurra volver a decir esa barbaridad, ¿entendido? Anda, vamos a darnos un
paseo, que tengo algo que te aliviará.
- -Espera
un minuto, cojo mis zapatillas y nos vamos.
Mientras,
Diego escribió el mensaje que todos esperaban: “Salomé está bien, no os
preocupéis. Tenía el móvil en silencio, y se ha tirado durmiendo toda la mañana
porque había pasado mala noche. Iba a avisarnos cuando he llamado yo al timbre.
No puede salir, así que me quedaré yo toda la tarde aquí. Ya veremos si va
mañana a clase.”
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