“A las
ocho en la puerta de mi casa”, Laura había mandado el mensaje por el grupo unos
minutos antes de que Salomé empezara a comer. “Perfecto, me da tiempo a todo,
algo de deberes, arreglarme, ver a Diego e irnos para allá…Mierda, seguro que
tengo que recoger a Ismael, no tendrá ni idea de donde está… ahora lo llamaré.”
Como
había previsto, la primera parte de la tarde salió redonda, cumpliendo todas
las metas, hasta que sonó el timbre, a las siete.
- -¡Diego!
Pasa, hemos tenido suerte, mis padre se han ido a pasar la tarde en casa de mis
tíos, no va a haber nadie que interrumpa.
- -Perfecto,
la verdad es que no me apetecían presentaciones ni espías que no nos quitaran
el ojo de encima.
- -Jajaja
la verdad es que eso no apetece a nadie. ¡Pasa! No te quedes ahí pasmado anda.
La
verdadera tarde acababa de empezar. Se dirigieron los dos al sofá, se sirvieron
unas coca-colas y empezaron a charlar. Poco les duró la conversación, no tenían
mucho que hablar, los dos sabían para qué estaban ahí.
En un
momento de silencio, Diego vio su oportunidad. Se acercó a ella, le pasó la
mano por detrás del cuello, acariciando suavemente su largo pelo dorado; a base
de un suave impulso, le giró la cabeza, le sonrió a unos centímetros de sus
labios y la besó. Como era de esperar, Salomé no opuso resistencia ninguna, y
el beso subió varios niveles de intensidad, las lenguas pasaron a formar parte
del juego, de tal manera que se convirtieron rápidamente en las protagonistas,
aventurándose por la boca del otro, saliendo, entrando, y dejando paso a los
labios que buscaban ser mordidos, suave pero intensamente. Estos labios
empezaron a separarse, y a explorar por la piel, dando besos más húmedos, más
secos, deslizándose sensualmente por el cuello, parando, mordiendo, catando ese
sabor único. Colaborando con todo el resto de la boca, empezaron a descender,
saboreando cada milímetro de la piel. Fue entonces cuando Diego la cogió en
brazos y, sin pensárselo dos veces, la subió hasta su habitación. Allí
reanudaron su aventura, tumbados en el colchón, jugando entre las sábanas,
cediendo el papel principal a las manos, las que seguían el recorrido de
descenso ya marcado. Entre caricias, besos y juegos, las manos de Diego
llegaron al lugar indicado, donde lucharon contra botones y cremalleras, y se
toparon con el encaje de la ropa interior. Continuaba el contacto entre las más
juguetonas, pero ya algo más interrumpido, ya que la excitada hiperventilación
empezaba a estar presente; las manos empezaban a llegar al terreno más
prohibido, el placer de ambos iba aumentando, comenzaba la presión hacia el
interior de su cuerpo cuando Salomé despertó, detuvo sus manos y cortó de lleno
la situación.
- -Diego,
no, es la primera vez que estamos juntos, esto sería ir demasiado rápido, ¿no
crees?
- - Joder,
Salomé, ahora estoy en mi mejor momento, no me dejes así.
- -Lo
siento, pero no soy así, conmigo las cosas llevan tiempo.
- - Está
bien, perdón, llevas razón… Tiempo al tiempo, ¿no?
- -Exacto,
tiempo al tiempo.
- -Pues
entonces vamos a ir arreglando esto, que de aquí a nada nos tenemos que ver con
los demás.
- -Jajajaja
buena idea.
Se había
terminado por hoy, ahora tocaba disfrutar con los demás y dejar a un
lado las situaciones incómodas. Salomé llamó a Ismael, y acordaron verse en el
quiosco de la esquina para llegar juntos. Mientras tanto, Diego se recompuso y
salió primero, para eliminar sospechas.
- -¿Qué
tal ha ido todo con Diego?
- -Pues
bastante bien la verdad.
- -¿Bastante
bien? No cuela, yo quiero detalles.
- -Jajajaja
bueno vale, pero no se lo digas a nadie, que quede entre nosotros.
- -Soy
una tumba.
Y empezó
a relatar lo que le sucedió en esa media hora en su casa. Ismael parecía estar
interesado de verdad, sonreía y se reía con los detalles, y parece que esa
conversación abrió más todavía su confianza, y ayudó a sellar el comienzo de
una buena amistad.
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