Último
timbre de la mañana. Ismael parecía aparentemente sereno, para que ella no
notase nada. Atravesaron juntos los pasillos, y él la cubrió con su brazo por
encima del hombro y la apretó contra sí. Después de devolverle el gesto con una
leve sonrisa, más que fingida, se reunieron con los demás, según la costumbre.
Mientras charlaban descuidadamente unos con otros, lo tenía vigilado cada
segundo: no se le iba a escapar sin aclarar lo que ocurría. Ya se había ido
Salomé, después de quedar esa tarde, cuando Diego se empezó a despedir. Ismael
hizo lo mismo y, cuando se dirigía hacia la moto, lo detuvo de un agarrón en el
brazo:
- -¿Cómo
has podido, tío?
- -¿Qué?
- -Te
pregunto que cómo has tenido cojones de hacerle eso, coño.
- -No
sé que hablas, chaval.
- -¿Ah,
no? Pues ahora mismo te lo explico. Hoy parece que el plan se te ha ido de las
manos, cuando habéis entrado, como de costumbre, al aseo en el recreo, se os ha
escapado el detalle de que yo estaba dentro. Pensaba que eras un chico decente,
no sabía que serías capaz de semejante… barbaridad.
- -¿Barbaridad
de qué? Cierra la boca, anda, no sabes de lo que estás hablando.
- -Lo
sé perfectamente, y me da igual que lo hagas. Métete toda la mierda que
quieras, mátate a ti mismo, me la suda, pero a ella ni se te ocurra tocarla.
- -A
ver, creo que no me has entendido. Te lo voy a decir por las buenas. Déjanos en
paz, ¿vale? Nosotros sabemos lo que hacemos, no necesitamos que nos digas lo
que está bien o mal.
- -Es
tu objeto de diversión, y estás utilizando su mayor desgracia para engancharla
y aprovecharte de ella como nunca. No voy a dejar que la trates así.
- -Es
mía, así de simple. ¿Qué piensas hacer para evitarlo?
Esa fue
la gota que colmó el vaso. La rabia contenida de Ismael se desbordó. Se iba a
enterar de lo que pensaba hacer. Casi como acto reflejo, cargó el hombro, cerró
la mano y golpeó con un fuerte puñetazo la mandíbula del que ahora era su
contrincante. No quería llegar a esos extremos, pero era inconcebible el hecho
de pensar que ella estaba siendo torturada de esa manera. Después de recuperar
su posición inicial tras el impacto, Diego devolvió el golpe y acertó de lleno.
Así, uno tras otro, fueron apaleándose el uno al otro, ya hasta tirados en el
suelo, con toda la fuerza de la que disponían en esos momentos. Toda esa
impotencia sentida tiempo atrás se había transformado en energía contenida, la
que, de un golpe seco pero profundo y acertado, hizo mostrar a Ismael su
superioridad; una vez debilitado, lo alzó cogido del cuello de la camiseta.
Dispuesto a darle el toque final a la pelea, los demás chicos de la pandilla de
abalanzaron sobre ellos, separándolos en un instante, y tranquilizando a Ismael.
El monstruo que había creído como amigo durante todo este tiempo se había
librado del dolor que le correspondía por un instante mínimo.
- -¡Ismael!
¿Qué coño haces? ¡Suéltalo, se te ha ido la cabeza!
- -¡Diego!
¿Estás bien? ¿Qué mosca os ha picado para liaros a puñetazos de esta manera?
- -A
ver, si tenéis algún ajuste pendiente, habladlo civilizadamente, pero no os
matéis, y menos en frente del instituto.
- -Es
imposible hablar con quien no se debe considerar ni persona…- dijo Ismael entre
dientes.
- -¿Qué?
¿Qué no es persona? Ismael, ¿te encuentras bien?- estuvo dudando unos segundos
antes de responder a aquella última pregunta.
- -Sí,
yo me encuentro perfectamente. Soltadme, no pienso volver a tocarle, y perdón
por el espectáculo.- con dos brutos movimientos se soltó de todos los brazos
que en aquel momento lo bloqueaban y, sin volver la mirada, se alejó de aquel
violento escenario.
- -¡Espera!
¡Nos debes una…! Este chico se está volviendo más raro… ¿estás bien, Diego?
- -Sí,
sí, no os preocupéis. Atiza fuerte, pero no demasiado. Se ha vuelto loco de
repente, ya hablaré con él de esto. Algo hay que le perturba, y ha desfogado
conmigo. Quizás es Salomé y la envidia que siente hacia mí, no sé.
- -Puede
ser. ¿Vas a ir a hablar con él de buenas? Te admiro tío, ojalá tuviera yo esa
paciencia.
Como era
de esperar, el verdadero perturbado salió de la situación quedando como un
santo, habiendo sido capaz de ocultar todas sus despiadadas acciones una vez
más.
A quien
ya no engañaría más sería a Ismael; ya lo había visto con sus propios ojos, y
nadie podría evitar que hiciese cuanto estaba en su mano para evitarlo. Cuando
perdió de vista a Diego y al resto del grupo, arrancó el motor y se dirigió
hacia la casa de su vecina. No pensaba ceder ante el caso, la mierda que se
había metido la había cambiado y había llegado a un punto en el que la estaba
empezando a destruir. Tenía que salir de ese agujero cuanto antes, porque si no
salía ella, no salía él.
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