Gran día
de la vuelta al cole. Tenía todo preparado, no se olvidaba de nada.
- -¿Estás
segura de que te sientes preparada para volver a tu vida normal?
- -Sí,
papá, no te preocupes. Aunque se me note deteriorada y eso por el cansancio
acumulado, ya va siendo hora de afrontar lo que nos toca.
- -Sabes
que por parte del instituto no hay ningún problema, comprenden el caso y están
de acuerdo con cualquier decisión que tomemos…
- - Lo
sé, lo sé, y agradezco que te preocupes, pero prefiero hacerlo así.
- -Si
estás segura, adelante. Que tengas buen comienzo, mi vida.
- -Gracias,
papá, te quiero.
Tener
que despedirse de una sola persona antes de colgarse la mochila a la espalda le
sentó como una puñalada en el pecho, cuyo dolor persistió más de lo imaginable.
Ese día optó por el bus, no quería arriesgarse a trágicas distracciones.
Al bajar
el último peldaño de la puerta de salida, la bocanada de aire colegial le
golpeó fuerte. Era buena hora, más temprano de lo que solía llegar, por lo que
el discurso de la coartada podría estar terminado al inicio del día. Ya los
había visto. Habían llegado casi todos, faltaba solo Ismael. Fue cuestión de
segundos que se abalanzasen sobre ella. Menudo abrazo se dieron. Por lo visto,
Diego había contado la verdad.
- - ¡No
me puedo creer que seas tú! Tres semanas sin verte eran demasiadas…
- -¿Por
qué no nos has querido contar nada? ¡Sabes que nos tienes para todo!
- -Lo
sentimos muchísimo niña, cuenta con nosotros para lo que necesites.
- -Eso,
eso, ¡que te hemos echado de menos!
- -Gracias
chicos, yo también os he echado de menos a vosotros. Siento no habéroslo dicho
antes, pero no me sentía con fuerzas y creí que lo mejor era guardármelo para
mí. Diego se enteró por… digamos… casualidad, no lo elegí a posta.
- -Tranquila,
te comprendemos perfectamente. No nos tienes que dar ninguna explicación, de
verdad. Además… ya sabemos lo que os traéis entre los dos… ¡que tres semanas
dan para mucho!
En ese
momento cruzó Ismael la entrada. Iba con paso ligero, pero la vio. Aún así,
giró la cara, ni paró el paso, y se metió en el edificio. Esto no pintaba bien;
al parecer, su última conversación no le había dejado indiferente.
Primera
hora de su segundo primer día. No se sentía otra cosa más que incomodidad en
aquellos dos pupitres. No se dirigían una sola mirada. En cierto modo, parecía
sencillo no saber del otro durante un día más, pero no aguantaron demasiado. Al
terminar la explicación, se rompió el silencio.
- -¿Qué
has hecho, Salome?
- -¿Qué
he hecho de qué? Habla claro, no estoy para jueguecitos, por favor.
- -Lo
mismo para ti es fácil, pero yo no he dejado de preocuparme en ningún momento.
No son jueguecitos, es una pregunta clara. ¿Qué has hecho estos días?
- -Ser
feliz, disfrutar de la compañía de mi familia al completo y vivir una vida
llena de aventuras, no te fastidia.
- -Joder,
lo siento, no quería… es igual, no me refiero a eso. Estás completamente
diferente. Has perdido un montón de peso, esos pantalones antes se te ajustaban,
y ahora caben dos como tú; tu color de piel no es el mismo, estás blancuzca,
muy pálida y fría; no tienes iniciativa de conversación, tu mirada se evade, y
no te has separado de tu botella de agua ni un minuto. Entiendo que sean parte de
las secuelas de lo ocurrido, pero estoy más que seguro de que no es la única
causa. ¿Hay algo que deba saber?
- -Ya
no sé ni cómo decírtelo, joder, te lo dejé claro aquella noche. Tú no sabes lo
que es pasar por esto, no lo sabes, y no te deseo que lo sepas nunca. Lo que se
me nota por fuera es lo mínimo con lo que cargo, el reflejo más débil de lo que
llevo dentro; no se puede parecer un pincel si por dentro estás hecha una
mierda. Sinceramente, me duele que no me creas, ni antes ni ahora. No tengo por
qué darte más explicaciones. Incluso, si lo piensas, es mi vida, y si te
hubiese ocultado algo tendrías que respetarlo. Si quieres seguir hablándome,
bien, y si no, ahora mismo no estoy como para preocuparme por esas cosas-las
lágrimas asomaron y amenazaron con derramarse.
- - Está
bien, perdona la presión, si no quieres contarme, tus motivos tendrás. Yo solo
quiero que sepas que me ofrezco para todo lo que necesites, y que voy a estar a
tu lado siempre que tú quieras. Si estás segura de que te conviene, te
garantizo mi apoyo.
- - Supongo
que tendré que aceptar tus disculpas, ¿no?-un leve amago de sonrisa se impuso
sobre su decaído rostro.
- - Por
la cuenta que nos trae, más nos vale, Jajajaja.
- -Ojalá
y algún día vuelva a ser todo como antes.
- - Si
te empeñas, lo conseguirás, créeme.
Se terminó
el mal trago para ambos. Todo lo que tenían que saber el uno y el otro ya
estaba dicho, ya era cuestión de volver a la normalidad poco a poco. Por
dentro, se moría por soltarle todo lo que le pasaba y en qué mundo se estaba
metiendo.
Pocas
conversaciones fluidas más surgieron aquella mañana. La mirada totalmente
absorta de Salomé y su impaciencia inusual por oír sonar el timbre lo mantenían
en una constante nube de dudas. “A esta chica no le está pasando nada bueno; lo
peor es que si ella no se encuentra bien, yo tampoco lo puedo estar, eso no lo tiene en cuenta.”
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